miércoles, 20 de julio de 2011

Llegada a San Carlos y semana en Solentiname

Como lo prometido es deuda, aquí va una versión más extensa de mis andanzas de las últimas semanas. El lunes 4 de julio tomé un barco en Granada en dirección a San Carlos, al sur del enorme y espectacular lago Cocibolca. Quince horas después, hacia las 5 am llegaba a mi primer destino, San Carlos, donde tendría que tomar una lancha por la tarde para llegar a cualquiera de las islas de Solentiname. Mientras hacía algunas pesquisas cerca del muelle sobre el paradero de Ernesto Cardenal, una figura importante de la vida cultural, política y espiritual de Nicaragua, y al mismo tiempo esperaba a una mujer que decían podría alojarme en su casa de la Venada, se abrió la puerta de la casa de al lado y una señora a la que no conocía de nada me invitó con un gesto a pasar a su casa. Eran las 6 am.
Entro detrás de ella. Señala con el dedo a una silla y al televisor encendido, como invitándome a sentarme y ver la tele. Obedezco. A los pocos segundos me doy cuenta de que no estamos solas. En una hamaca se remueve alguien, como desperezánose, y en otra parte de la sala, desde una cama, un niño delgado de unos diez años, me observa con curiosidad. Me siento incómoda, como violentando la intimidad de una familia que despierta al día, pero Sonia, que así se llama mi inesperada anfitriona, me dice que esté tranquila. Al poco entra un hombre joven de la calle, diría que pescador, y me aporta datos sobre la ubicación de Cardenal. Parece ser que le han comentado que voy tras su pista y quiere ayudarme. Sonia fuma en silencio. El niño se me acerca y charlamos un rato. Se llama Yordi y es tan simpático como despierto. Al rato Sonia le manda a comprar huevos para el desayuno y un poco más tarde me sirven un plato de huevos revueltos con gallopinto y una taza de leche caliente. La generosidad de la gente más humilde en este país es asombrosa. Charlando con Yordi me dice que quiere ir a internet; yo estoy en las mismas, así que a las 8h en punto estamos como dos clavos a la puerta de un locutorio. 

Horas más tarde, tras despedirme de Yordi y su familia, recoger mi mochila y descartar la opción de la Venada como destino en Solentiname, conozco a unas murcianas agradables con las que agarro una lancha hacia Mancarrón, la isla más grande del archipiélago. Una vez allí nos alojamos en la casa de Lidia Castillo y su familia, una gente encantadora y honrada a la que merece la pena conocer. Lidia tiene dos habitaciones habilitadas para hospedar a visitantes y está construyendo una tercera. Todavía no hay rótulo que lo diga pero el alojamiento se llama "Los pececitos". Es barato (unos 100 córdobas por persona/noche) y muy agradable, sobre todo porque convivir con gente tan buena es una delicia. Además de llevar el hospedaje, Lidia hace artesanía con madera de balsa, participa activamente en la cooperativa de mujeres y colabora con una fundación contra la violencia doméstica, por mencionar algunas de sus actividades. Es una mujer tremendamente trabajadora, espabilada, generosa y alegre. Francisco su marido, también es muy afable y risueño. Daniela, de 17 años, es digna hija de su madre -inteligente, activa y sociable- y con ella colabora dando color a las piezas de madera que talla Lidia; trabaja también en el centro de información turística de la isla. Con el hijo, al que llaman el Morruco, tuve menos trato porque es más callado, pero también es amable. Y con Lidia Melissa, la pequeña, de 7 años, hice buena amistad.

Solentiname consta de 36 islas, de las que cuatro (Mancarrón, Mancarroncito, San Fernando y la Venada) son más grandes y las demás son muy pequeñas. Todas deben de ser preciosas aunque la verdad es que yo me mantuve sólo en Mancarrón; desplazarse de isla en isla requiere una cierta logística y, por otra parte, llevé el dinero demasiado justo como para hacerlo. En Mancarrón al menos los paisajes son verdísimos y exuberantes. La variedad de árboles, flores, mariposas y aves (garzas, patos de varios tipos, colibríes, loros, águilas y muchas otras) es grande. Dicen que también hay boas, venados y mucha más fauna difícil de ver. Los mosquitos zancudos, por su parte, son miles y devoran a pesar del repelente, las espirales, las mangas largas y cualquier remedio del que cualquiera dispone. Con ellos sólo queda resignarse (y dormir con mosquitera, claro).
Los días que pasé en la isla fueron muy tranquilos y bastante domésticos. A Solentiname casi no llega la energía eléctrica, de manera que una se adapta al ciclo natural de la luz. Me despertaba hacia las 5.30 y me metía en la cama hacia las 21.30. Esos días leí, escribí, dibujé, paseé, charlé mucho con la familia, conocí a Ernesto Cardenal (aunque el encuentro fue muy breve y el poeta me dejó bsatante claro que le apetecía poco atenderme; parace ser que sigue siendo un referente en la vida cultural del país, por lo que hace mucha vida social y supongo que se satura; normal). Me puse en contacto con la gente de las organizaciones APDS y Huelva con Solentiname, agentes fundamentales del desarrollo del archipiélago. Me hablaron de los proyectos educativos que están en marcha en las islas, así como de un plan de construcción de pilas para recoger agua de lluvia para el consumo (por desgracia la del lago está un poco contaminada). También están desarrollando un proyecto de huertos familiares que tiene como objetivo que los campesinos/as enriquezcan su dieta, basada en el maiz, el arroz y los frijoles. Uno de los días acompañé a los voluntarios/as a visitar a las vecinas/os de la zona del Colectivo para hablar del tema de los huertos y tomar medidas en sus áreas. Otros dos días las chicas que llevan la parte educativa me dejaron participar en las actividades con los niños/as. Por su parte, las mujeres de la cooperativa están recibiendo un curso de capacitación en repostería y otro en esteticién; hay otros programados.

Una mañana acompañé a Francisco y Morruco a pescar en la barca. Salimos de casa tempranito y no volvimos hasta haber pescado 14 mujarras, una para cada una de las personas que comeríamos en la casa ese día. De esos catorce, dos los pesqué yo. No es mucho pero me quedé bien contenta porque nunca antes había pescado.

Con Lidia Melissa, la pequeña de la familia, hice muy buenas migas. Un día salimos a tomar fotos por la isla para hacer un pequeño reportaje de Mancarrón. La calidad es mala porque son de celular pero las adjunto para que conozcáis un poco la isla y veáis el talento que tiene la peque.









sábado, 16 de julio de 2011

Brevísimamente...

... y como adelanto a una entrada mucho más extensa y con imágenes que meteré en breve, os cuento que he vuelto a Granada después casi dos semanas de estar en la zona del río san Juan, al sur de Nicaragua, bien cerquita de la frontera con Costa Rica. Pasé una semana en Solentiname, un archipiélago precioso al que se accede en barca desde San Carlos, y un par de días en el Castillo, un pueblo muy pintoresco y famoso por su fortaleza. Este último está situado a orillas del río san Juan, que es uno de los más famosos de Nicaragua porque une el enorme lago Cocibolca (donde hay tiburones de agua dulce, aunque muy difíciles de ver) con el mar Caribe.
Los cortes de electricidad en la zona son el pan nuestro de cada día y dar noticias por internet ha sido misión casi imposible. Disculpas a quienes os habéis preocupado. Ahora desde Granada va a estar mucho más fácil. Hasta pronto entonces.

sábado, 2 de julio de 2011

Algunas imágenes recientes

Pitaya, una fruta de otro mundo. Se come cocida y en fresco, que es como un jugo rebajado con agua.

 La laguna de Apoyo es preciosa, tiene el agua limpia y está dentro del cráter de un volcán. Las cabecillas pertenecen a Germán y Andreu, dos catalanes encantadores que conocí de camino a la laguna y con los que pasé la tarde.



 La calle del Caimito, donde viví mi primera semana en Granada

Taller espontáneo de filigrana a cargo de Doriane, una belga muy buena onda y creativa

 La Casa Abierta (también conocida como Casa loca) tiene murales en las paredes

 Un pequeño trabajo con motivo prehispánico que hice esta semana en linóleo

 Otro trabajo

 Empezando con una placa. Antes de sacar con las gubias, hago el dibujo a lápiz sobre el linóleo.
 
Haciendo la primera prueba de esta placa.

Así son las flores de tela que aprendí a hacer la semana pasada

Esta mañana en el mercado



 Posando con Chris, una de las dos mujeres encantadoras con las que estoy viviendo estos días