sábado, 5 de noviembre de 2011

Nicaragua Nicaragüita (la mirada de mi madre) CUARTA PARTE

Al principio de esta crónica comenté que durante nuestro viaje María y yo habíamos compartido alguna “penalidad”. Han sido pocas realmente y no merman en nada el disfrute de todo el viaje. Tienen relación sobre todo con el calor húmedo, especialmente en Granada y en los pueblos y ciudades próximas a los lagos; la suciedad de la ropa, lo difícil que es lavarla y que se seque, lo mal que huele dentro de la mochila; la ausencia de transporte en los dos días de fiestas patrias y las consiguientes andadas, en alguna ocasión con las mochilas a tope…muchas anécdotas por esos caminos. También las horas en autobuses, a veces de pie y apretujadas… 

 Los cortes de luz son frecuentes y, como anochece a las seis de la tarde y amanece a las cinco de la mañana, cuando el corte del suministro es en este lapso de tiempo, te quedas a ciegas y el pueblo o la ciudad a oscuras total. La gente está acostumbrada y enciende candelas. María tiene un foquito con una goma, tipo luz de minero, que algo ilumina. Los cortes a veces son intermitentes y otras duran horas. A nosotras nos han ocurrido un par de días cortes de los de horas a las seis y media de la tarde. Sólo queda dedicar el resto del día a "platicar" y acostarse prontito.      

Sobre esto, nos hacía una chica joven una reflexión que tiene que ver con los cambios de vida que generan los adelantos técnicos.  Estuvimos charlando con ella en el Tisey, en una especie de barcito que ella atendía. Allá llegó la luz hace tres años. Hasta entonces, al anochecer, nos contaba, la familia se reunía y se escuchaban las historias de los abuelos y de los padres. Llegó la luz y con ella la televisión y la computadora. Los hábitos han cambiado totalmente y la gente se conecta a internet y ve la tele. Cuando vienen cortes de luz -y decía que el último duró tres días-, se quedan parados y sin saber qué hacer. Difícilmente se retoman los antiguos hábitos de contar historias. Así ha ocurrido en todas partes y las relaciones ahora se vuelven virtuales, la televisión te hace entrar en mundos ajenos, más atractivos que el propio, y cada vez hay menos "roce".

En Granada hemos tenido también cortes de agua. Y son incómodos si no se está acostumbrado. Hay que recibirlos con paciencia y saber que si uno no se puede duchar antes de acostarse o por la mañana, ya lo hará en otro momento.

Me gustaría mencionar aquí a los gallos nicaragüenses. Al menos los que hemos visto en las zonas de campo son hermosísimos y campan a sus anchas. Las noches son tremendas en las proximidades, porque no cantan sólo al amanecer, como dictan los cánones; se pueden tirar cantando la noche entera y dormir resulta, con ellos, misión imposible.

Afortunadamente, los mosquitos no se han cebado con nosotras estos días; yo siempre me ponía repelente y funciona; María ya está curtida y no usa. Menos suerte tuvimos con el sol; nos poníamos protección cincuenta sólo en la cara y María a veces ni eso. El día de los kayaks en Ometepe hacía un sol de castigo y las dos remando por el lago durante más de cuatro horas, sólo con protección solar en la cara, dieron como resultado que María se abrasó las piernas y yo los brazos y el trozo de tobillo entre el calcetín y el pantalón. A la quemadura generalizada siguieron miles de ampollitas, que picaban un montón y luego el despelleje. Todavía ahora, después de casi mes y medio, se notan las marcas. Son un buen recuerdo.

La última penalidad a consignar aquí es la pérdida de la máquina de fotos. No por la máquina en sí, sino por el maravilloso reportaje fotográfico que estábamos haciendo María y yo y que perdimos con ella. Fue en Estelí, después de ocho días de ver lugares preciosos, inmortalizar a los amigos pintores, grabadores y artesanos de María en Granada y vivir momentos muy felices. Nos debimos de dejar la máquina en un cíber y cuando fuimos a buscarla, alguien se nos había adelantado. Por los cortes de luz tan frecuentes, no habíamos encontrado el momento de pasarlas a pendrive. Naví nos mandó en seguida fotos de nuestra excursión al Tisey y ya en León empezamos a hacer fotos con el celular de María; no son buenas, pero algo es algo. La pérdida de la máquina y del reportaje fue para mí fue un disgusto, pero también motivo de reflexión. Superado el "duelo", siento que las mejores imágenes están bien guardadas en mi memoria, junto a tantas fotografías "que no hice" porque se agotó la batería en el momento más interesante o no quise "robar" a la gente.

Quedan muchas cosas en el tintero, pero esta crónica es ya excesiva para encajar en el blog. Quizá María pueda contar en algún momento sobre el asociacionismo en Nicaragua; hay algunas historias de emprendedores españoles que vinieron a montar un negocio y finalmente lo que hicieron fue una asociación de ayuda a discapacitados. También sobre cooperantes: hay muchos en el país; y extranjeros enamorados de Nicaragua que se han afincado allí.

Releo lo escrito y me parece que no tiene mucho interés; suena a guía de turismo y casi todo es bien sabido o imaginable. La novedad para mí ha sido vivirlo en primera persona. Poner cara a la gente, ver, sentir, oler, gustar... Todo se mete por los sentidos. Un país que se te cuela por las rendijas del corazón y ya se te queda instalado ahí, creo que para siempre. Hace casi mes y medio que volví y me sorprendo a mí misma a menudo recordando a personas o paisajes, reviviendo escenas y tarareando, con emoción contenida, “Nicaragua Nicaragüita, la flor más linda de mi quereeeeer…”, con ese final tan bonito de “…hoy te quieeeeero más que ayeeeeeer”.






Nicaragua Nicaragüita (la mirada de mi madre) TERCERA PARTE

El traslado de Ometepe a Estelí, tercera etapa de nuestro viaje, fueron doce horas. Salimos de nuestro alojamiento a las ocho y media de la mañana: tres horas de autobús por caminos, carreteras y trochas, parando a recoger gente de las casas que jalonan los caminos, a razón de una parada cada cinco minutos. Después de esas tres horas, nos embarcamos y otra hora más por agua hasta el embarcadero de San Jorge, la orilla más próxima del lago. Nueva espera y tres horas de autobús hasta Managua, parando mucho pero menos, por carretera de doble circulación en bastante buen estado; de ahí, en taxi hacia otra terminal de autobuses de la capital y finalmente otras tres horas de viaje a Estelí en un autobús expreso, por la Panamericana, que no es una autopista, sino una carretera en bastante buen estado, de doble dirección y que atraviesa todo Centroamérica, de Norte a Sur. Llegamos bien de noche.

Salir del paraíso de Ometepe y entrar en Estelí fue un contraste fuerte. Aquello se podría definir como la "comunión" del ser humano con la naturaleza; pobreza de "medios", pero riqueza del "medio". Estelí es una de las ciudades más importantes de Nicaragua, desde el punto de vista económico, famosa por la fabricación de puros y de ron. Es desordenada; no por las trazas (está perfectamente organizada en "cuadras", un damero perfecto), sino por la topografía (las calles suben y bajan) y por las casas, todas de una planta, poco uniformes, de ladrillo, cemento, madera, muchas techadas con uralita y hechas con materiales más pobres. Como en todas partes, las aceras y el pavimento están en malas condiciones y hay bastante basura (creo que en las ciudades nicaragüenses se recogen las basuras una vez por semana). No tiene puntos de referencia, "hitos", que decimos los geógrafos, solo la que llaman catedral, una iglesia recién remozada y con dos torres cuya fachada recuerda a la del monasterio de El Escorial. Parece imposible orientarse en la ciudad, pero la gente lo hace perfectamente con sus coordenadas norte, sur, este y oeste y la distancia medida en número de cuadras a recorrer. 

Estelí ha sido una ciudad castigada por la naturaleza (como tantas otras del país), últimamente por el huracán Mitch (de 1998), pero antes lo fue durante la guerrilla, la revolución y la  "Contra". Lo impresionante de la ciudad es el emplazamiento, en el escudo montañoso del centro-norte del país, rodeada de paisaje con buena vegetación. El calor en Estelí no es húmedo y por la noche, en la época en que nosotras fuimos, refresca. Se agradece. María me dice que ella se ha sentido muy a gusto allí. Ha vivido más de cuatro semanas de forma continuada en Estelí, trabajando como voluntaria en Funarte y alojada en una casa que le ha cedido una buena amiga, Naví.

Naví es maestra, licenciada en ciencias sociales e investigadora, y estuvo ligada al frente sandinista muchos años; trabajó en la cruzada de alfabetización y también en los campos cuando se movilizó a los jóvenes de las áreas rurales durante el gobierno sandinista (en los 80). Interesante, buena conocedora de la historia, la economía y de su país. Con ella estuvimos un par de días, también con una sobrina suya, Ania, muy maja, joven, que trabaja en inmigración, y con el hijo pequeño de Naví, Rodrigo, un chaval simpático, cariñoso, listo y ocurrente. Ya he dicho en otro lugar que Naví y Rodri son lo más bonito de Estelí. Rodri y María forman una pareja” muy divertida.

Con ellos subimos al Tisey y pudimos disfrutar del magnífico paisaje de montaña, verde y muy movido. Recuerda a Asturias, hasta por las vacas, aunque son de una raza diferente y parecen cebús. Pájaros, árboles y orquídeas de muchísimos tipos diferentes. Allá nos "acercamos" al "paraíso" de Alverto (con v de vaca) Gutiérrez Girón, un escultor de setenta y dos años que lleva como treinta y cuatro en la montaña, esculpiendo relieves en las rocas sobre temas históricos de Nicaragua, religiosos y de animales, además de plantando árboles. La obra es increíble y él la explica contando que tuvo un sueño a los nueve años y un ángel le dijo que tenía que hacer escultura y darla a conocer, "con alegría y mucho cariño". Un hombre notable. Para acceder a ese paraíso de Alverto casi nos despeñamos por el monte y a la vuelta se organizó una tormenta de las grandes y tardamos unos veinte minutos en ponernos a resguardo. Suficiente para calarnos hasta los huesos. Así calados estuvimos casi un par de horas más... hasta llegar a casa. En esos momentos se echan de menos nuestras comodidades “primermundistas”: un baño caliente y ropa bien seca. Pero la experiencia fue muy bonita. Y la compañía más aún.

León es una ciudad colonial, como Granada. Dicen que son las dos más bonitas de Nicaragua. Ambas compitieron por la capitalidad; León liberal y Granada conservadora. Hoy en día León es más grande, tiene edificios espléndidos, aunque muy deteriorados de fachada, y es una ciudad muy vital, universitaria. Granada es más turística.

León es la cuna del poeta Rubén Darío, el de “Margarita, está linda la mar…” y su casa se visita. Pero también, y más recientemente, ha sido pieza clave del sandinismo, igual que Estelí. Durante la época de la dictadura de la familia Somoza fue bastante castigada. Los estudiantes universitarios han sido muy activos desde los años cincuenta y durante la revolución sandinista León jugó un papel capital. Todo en la ciudad son recuerdos a los héroes y mártires de la larga lucha, muchos estudiantes e intelectuales;  fue un poeta quien atentó contra el primer Somoza en 1956. Durante esos años el movimiento estudiantil fue reprimido a sangre y fuego. Luego, en el año 79, cuando todas las fuerzas se unieron contra el último Somoza y consiguieron derrocarlo, en León se peleó duro. Quedan huellas de la batalla callejera. En los años de gobierno del Frente Sandinista, tras la revolución, durante la década de los 80, León sufrió ataques de la "Contra".

Visitamos allí "el 21", una cárcel somocista hoy convertida en pequeño museo de mitos y leyendas. Impacta entrar en las salas y ver dibujos alusivos a la vida en la cárcel y a las torturas, simplemente con trazos negros sobre las paredes blancas. Los muñecotes que representan los mitos y leyendas más conocidos y típicos de Nicaragua resultan grotescos en la desnudez de las paredes de la cárcel, con esa alusión constante al infierno que muchos hombres y mujeres vivieron en ella.  Visitamos también en León el Museo de la Revolución, un museo pobre, situado en el edificio que ocupó la guardia nacional somocista, donde lo que se exhiben son recortes de prensa y fotografías de los héroes y mártires del sandinismo y la revolución; nos lo enseñó un ex combatiente de la revolución sandinista que tenía catorce años cuando entró en el frente. Mucha gente de León combatió en aquellos días y el recuerdo de todos los años de guerra, guerrilla, revolución y contrarrevolución está muy fresco. Por las calles de la ciudad se ven muchos murales que recuerdan la historia reciente. Los murales, tan típicos de Nicaragua y otros países centroamericanos, son una forma de enseñar/explicar/recordar las historias de la historia, además de educar, tanto a adultos como a niños, en el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente, la prevención del sida, etc. Todas las ciudades y los pueblos que hemos visto tienen murales con historias, leyendas, recuerdos y temas educativos. En León, buena parte de ellos hace referencia a los años de represión y a los héroes y mártires. También hay murales en la UNAN, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, una de las más antiguas de Latinoamérica, en cuya aula magna están representados algunos de los líderes más carismáticos de la historia reciente del país.

En noviembre se celebran las próximas elecciones generales en Nicaragua y todo parece indicar que volverá a salir el Frente Sandinista de Liberación Nacional (F.S.L.N.), ahora en el gobierno, después de un periodo en el poder en los ochenta y otro en la oposición en los noventa y primeros dos mil. Habría mucho que hablar sobre todo el tema político, que es tan interesante como complicado, pero yo no soy persona indicada para ello. La gente con la que hemos cambiado impresiones muestra opiniones muy variadas: unos defienden al actual presidente, Daniel Ortega; otros sandinistas son partidarios de la renovación del partido. Hay otros partidos políticos y, sobre todo, hay muchos desencantados y escépticos, con una mala opinión de los políticos, a los que consideran ladrones. Hay incluso quienes dicen que el Frente amañará las elecciones y volverá a salir. Un día, en Granada, tocamos el tema con Mary, una mujer artesana que tuvo alojada en su casa a María durante un tiempo. Ella  nos decía que no quiere que gane el Frente. Pero cuando le preguntábamos cómo habían sido los cinco últimos años de gobierno sandinista, ponderaba la educación gratuita, la campaña de alfabetización de adultos, la sanidad gratuita y la pavimentación de las calles en Granada, muchas en tierra hasta ahora.

Para muchos, la corrupción en el ámbito político es uno de los problemas más graves del país.

En estos días finales de septiembre, hemos visto marchas y convocatorias de mítines, arengas del FSLN a través de la radio y pintadas; concretamente, en Ometepe, en casi todo los caminos y carreteras, las farolas, los postes de la luz o el suelo tenían pintados los símbolos sandinistas y el “VOTA 2” (la casilla que corresponde al FSLN). Hemos visto también filas de autobuses con carteles y pancartas de algunos partidos, cargados con gente que se dirigía a algún mitin.

Algunas manifestaciones políticas coinciden en el espacio con otras religiosas. Parece que la religión es muy importante en Nicaragua y hemos visto una procesión y fuegos artificiales en los días previos a la festividad de la Merced en León; la iglesia de esta advocación se llenaba por la tarde noche y los cánticos se escuchaban por todo el centro de la ciudad. Hay otras manifestaciones de la religiosidad popular: los predicadores callejeros, los cánticos religiosos en la radio o en altavoces por las calles, las frases o pintadas en los transportes públicos, no sólo en los buses, también en los taxis ... El Frente Sandinista parece que se ha unido a la Iglesia Católica con vistas a estas elecciones y se define en esta campaña como “cristiano, socialista y solidario”. Quizá sea una forma de conseguir más votos. 

No quisiera terminar esta crónica sin comentar algo sobre nuestros alojamientos durante el viaje y sobre los precios en Nicaragua. Hemos escogido siempre alojamientos modestos. Hay bastantes y ofrecen diversas posibilidades, desde rentar una hamaca, hasta ocupar una litera en dormitorios compartidos (de hasta diez o doce personas) u optar por una habitación privada con o sin cuarto de baño. Nosotras hemos procurado disfrutar de habitación con cuarto de baño, aunque en varios sitios lo hemos compartido. En general, son alojamientos que tienen lo mínimo imprescindible: paredes, techo y cama. Y un ventilador, que es mucho más cómodo que la mosquitera para espantar a los mosquitos; quita el calor de forma eficaz y es estupendo para secar la ropa, siempre húmeda. En algunos alojamientos podíamos hacer uso de la cocina y con frecuencia tenían también Internet gratis. El agua fría siempre, excepto en un hotel en Estelí, que pudimos ducharnos y lavar la ropa con agua caliente. Tampoco es tan necesaria el agua caliente, dado el calor que hace. Los precios son increíbles. Hemos estado alojadas por entre nueve y quince dólares al día (las dos) durante todo el viaje, menos en León, que subimos un poco el listón (y lo disfrutamos mucho). Los precios en dormitorios  compartidos son de entre tres y cinco dólares por persona.

Uno de los alojamientos más agradables que hemos tenido ha sido la Finca Magdalena, en la isla de Ometepe, una explotación agrícola que sólo muy recientemente ha reconvertido alguno de sus edificios en alojamiento hotelero. Los precios y el sistema de hospedaje son como los que he comentado antes, pero la finca tiene un encanto especial. Es enorme y en ella se cultiva sobre todo café; perteneció a una familia que contaba para su explotación con un número importante de trabajadores, que vivían allí mismo con sus familias. Después pasó a otra familia, que echó a buen parte de éstos y finalmente fue embargada por un banco. La producción quedó abandonada y durante la revolución sandinista los antiguos trabajadores ocuparon la finca y volvieron a cultivar el campo; más tarde la compraron al banco, formaron una gran cooperativa, que después se desmembró, y ahora sigue funcionando en régimen de cooperativa con varias familias. Recientemente han diversificado las funciones. Hablamos con una de las mujeres jefas de la cooperativa, que nos contó toda la historia de la finca, vivida en primera persona. Una experiencia de lo más interesante. Aparte de los cafetales, a través de ella se accede al volcán Maderas y por la zona se ven todo tipo de animales, pájaros, mariposas y flores. Las vistas del volcán Concepción y el lago Cocibolca son espectaculares.

Otro alojamiento interesante ha sido el hospedaje Libertad, en Granada. Una antigua casa colonial con dos patios y un poco descuidada, pero de mucho sabor. Nuestro dormitorio era enorme y destartalado, con un techo de cinco o seis metros de altura, un ventilador medio roto, poca luz y puerta con candado; duchas y váteres a compartir. Los espacios comunes muy transitados, porque es lugar bastante conocido en Granada, sobre todo por mochileros.

Se come muy barato en Nicaragua en bares y restaurantes modestos y sobre todo en los mercados. El gallopinto –arroz con frijoles- es el plato típico y base de la alimentación; es barato y se toma hasta de desayuno. Otros platos típicos incluyen pollo, cerdo u otros tipos de carne. También son baratos… para nuestros bolsillos. Los autobuses tampoco son caros y se puede hacer un trayecto de una hora por menos de un dólar.  






 Ometepe





 Playas de León




 Subida al Tisey


 Descansito de camino al Tisey. Naví, Rodrigo, María y Gloria

Rodrigo y María, el abrazo del koala

Naví, Annia y Gloria

Naví, María y Gloria



Nicaragua Nicaragüita: la mirada de mi madre

María me pide que escriba en su blog sobre nuestro viaje juntas, mochila al hombro, por un trocito de Nicaragua, durante la segunda quincena del mes de  septiembre pasado. Para mí ha sido una suerte poder reunirme con ella, después de más de seis meses sin verla; desde marzo que salió de Madrid en dirección a Méjico con el proyecto de seguir rumbo al sur por Centroamérica. He viajado con mi hija de forma virtual todos estos meses, pero nunca pensé que tendría la oportunidad de hacerlo de forma real, en vivo y en directo; poder abrazarla al otro lado del Océano y compartir con ella experiencias, charlas, caminatas, ratos felices y alguna que otra penalidad. Mezclo el relato de nuestra experiencia con datos del paìs. Para facilitar la lectura del texto, que es largo, lo divido en varias entradas sucesivas y, en ésta primera, marco en negrita los párrafos que hablan de nuestra vivencia o impresiones. Los pàrrafos de datos más objetivos quedan en letra normal.

Nicaragua es un país interesante. Desde el punto de vista geológico lo es y mucho, porque la costa Pacífica es zona de fricción de placas y el país se ha visto y se ve afectado por temblores, terremotos, huracanes y erupciones volcánicas. En el momento, se cuentan cincuenta y ocho volcanes en Nicaragua, de los que seis están activos. Los desastres naturales han tenido históricamente y tienen hoy día un fuerte impacto en la población. El terremoto de 1972 destruyó casi por completo Managua, la capital, y las lluvias torrenciales y los deslizamientos de lodo que trajo el huracán Mitch, en octubre de 1998, tuvieron consecuencias desastrosas, sobre todo en la fachada del Pacífico (zonas de León, Estelí, Nueva Segovia, Madriz...): dos millones de personas quedaron afectadas directamente en todo el país; 3.800 murieron y casas, escuelas, centros de salud, sistemas de alcantarillado y electricidad, carreteras y puentes fueron dañados o destruidos; también hubo importantes pérdidas en la agricultura y la ganadería. Las tormentas tropicales y los huracanes provocan casi cada año pérdidas de vidas y de hogares y daños enormes que afectan directamente al desarrollo de Nicaragua.

Con una población de más de cinco millones de personas, el Índice de Pobreza Multidimensional del PNUD sitúa a Nicaragua en el puesto 44 de los 104 países en desarrollo que investiga, casi a la par que Honduras y Bolivia y por encima sólo de Haití dentro de Latinoamérica. El número de personas pobres en Nicaragua, según este indicador, que maneja variables relacionadas con la salud, la educación y los niveles de vida, superaría los dos millones de personas, que viven en buena parte en el medio rural. En algún lugar he leído que la de Nicaragua es una “pobreza digna” y esa aseveración me vino a la cabeza cuando volví a Madrid , por el contraste con esta otra pobreza que se ve en nuestras calles y en las de muchas ciudades de países desarrollados, en tantas personas que viven al margen de una riqueza de la que la mayoría disfruta; el llamado “cuarto mundo”. En Nicaragua no es frecuente ver a gente pidiendo por las calles, al contrario de lo que ocurre en España. Alguna vez en algún espacio público algún niño nos ha pedido un peso. Sí que me impresionó, sin embargo, en un par de ocasiones que comíamos María y yo, un día en un mercado y otro en una plaza, cómo se nos acercaron niños a cierta distancia haciendo señas de que querían comer; les fuimos dando trozos de pan con parte de la comida y, al final, acabamos compartiéndola con ellos y viendo cómo rebañaban nuestros platos hasta casi hacerles un agujero.

Otros datos estadísticos: según el Banco Mundial, en 2009, el 57% de la población de Nicaragua era urbana; la esperanza de vida al nacer de 73 años, la natalidad del 24 por mil y la mortalidad del 4’5 por mil, aunque la infantil alcanzaba el 22 por mil. El crecimiento de la población se ve frenado por la emigración, que aumenta, sobre todo, desde los años ochenta. No he encontrado datos recientes sobre el volumen de emigrantes, pero hay quien habla de un millón de nicaragüenses viviendo fuera de su país; otras estimaciones rebajan la cifra al 10 o 12% de la población del país (en torno a seiscientas o setecientas mil personas). Los nicaragüenses emigran sobre todo a EEUU y a la vecina Costa Rica: una migración atípica, bipolar  –dirigida a un país del “norte” y otro del “sur”- y de características contrastadas en cada uno de esos destinos. Los desencuentros entre “ticos” (costarricenses) y “nicas” son bien conocidos y los nicas (no es peyorativo el término), trabajadores del campo y del peonaje de todos los sectores y “obreros de reserva” en Costa Rica, son mal vistos con frecuencia por sus vecinos. Una historia, por otra parte, que se repite entre muchos otros países vecinos receptores y emisores de migrantes. La emigración a EEUU es en mayor medida de origen urbano y más cualificada. Nicaragua es uno de los principales receptores de remesas de toda América Latina; las enviadas por los emigrantes superan al monto anual de las exportaciones.

Nicaragua pasa por tener uno de los índices de analfabetismo más bajos del continente y del mundo. Los datos sobre ello son dispares; en algunas publicaciones se lee que es del 22% y en otras figura un porcentaje aún inferior. No hay diferencias sustanciales entre hombres y mujeres en este aspecto, aunque sí entre la población rural y la urbana, está última con niveles de alfabetización muy altos. Un papel fundamental en el incremento de la alfabetización lo tuvo la famosa Cruzada Nacional de Alfabetización dirigida por Fernando Cardenal (hermano del poeta) en el año 1980, al inicio del primer gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional. La Cruzada movilizó a sesenta mil personas, entre nicaragüenses, cooperantes internacionales y maestros cubanos, y se dice que, en los cinco meses que duró la campaña, se redujo el analfabetismo del 52% al 12’9%. Parece existir una fuerte conciencia en Nicaragua de la importancia de la alfabetización en la lucha contra la pobreza. En 2006 se realizó una nueva campaña, con el lema “Yo sí puedo”, para bajar de nuevo la tasa de analfabetismo, que, al parecer, había ascendido en años anteriores a esta fecha, y elevar el nivel académico. La inversión en educación, sin embargo, es baja y algunas voces en el país reclaman elevarla al menos al seis o siete por cien del PIB. 

Los recursos naturales son sobre todo agrícolas. Nicaragua tiene un suelo fértil por los depósitos de material volcánico. En su tierra se cultiva café, algodón, caña de azúcar, banano, maíz... El campo nicaragüense es bonito, verde y cuidado, en consonancia con la belleza de los paisajes naturales. El 60% de las exportaciones del país son agrícolas. La ganadería también es pujante. En Nicaragua hay oro, plata, cobre y plomo y son famosos el ron “Flor de Caña”, los puros y la cerveza de marca nacional, que es muy buena. El turismo crece, aunque el volumen de turistas y los ingresos del sector no pueden compararse aún con los de la vecina Costa Rica..., afortunadamente.

La situación de desarrollo de Nicaragua viene condicionada por los reiterados desastres naturales, por la guerra aún reciente (de la década de los ochenta) y por la asfixiante deuda externa, que ha crecido desmesuradamente en los últimos treinta años.

Geomorfológicamente, el país es muy interesante. Paralela a la costa del Pacífico discurre la cordillera de los Maribios, una alineación de volcanes que se prolonga hacia el sur, donde emergen varios volcanes dentro de los dos lagos que ocupan una fosa tectónica de enormes proporciones que a su vez prolonga la cordillera volcánica: el lago de Managua, el menor y más septentrional, y el lago de Nicaragua (Cocibolca), el mayor. El centro del país está conformado por un escudo montañoso y el este, la fachada que da al mar Caribe, por tierras llanas, grandes ríos, marismas y lagunas, bahías y grandes playas. Los núcleos de población más importantes están al oeste, en la zona del Pacífico, los lagos, la codillera volcánica y el escudo montañoso. La zona oriental, la fachada caribeña, de fuerte influencia inglesa, está menos poblada.

Con un territorio semejante a Andalucía y Extremadura juntas, en superficie, Nicaragua resulta inabarcable, en parte por la deficitaria red viaria, en parte porque el interés y la belleza de cada rincón hacen difícil llegar a todas partes con el necesario sosiego. En los quince días que hemos estado viajando María y yo, hemos recorrido sólo un trocito del tercio occidental del país y, aún ahí, nos ha quedado mucho por pisar. Habrá que volver.

Nos ha tocado época de lluvias y, aunque parece que está siendo un “invierno bastante seco”, es impactante vivir cómo de un momento para otro las fuerzas de la naturaleza se conjuran para montar una gran tormenta o un potente aguacero, con viento, sombras y negruras por un lado y luces casi sobrenaturales por otro y auténticos jarros de agua que en pocos minutos te pueden calar hasta más allá de los huesos. A veces la lluvia dura minutos y otras se prolonga durante horas. Verlo es una belleza… si se está a resguardo.


En Managua, la capital, iniciamos y terminamos nuestro recorrido, simplemente porque allá está el aeropuerto internacional. Ha sido para nosotras ciudad de paso en la que sólo hemos parado para cambiar de medio de transporte y dormir una noche. Tiene más de un millón de habitantes y es, con diferencia, la más populosa de Nicaragua; quizá por eso, o en parte por eso, y porque es una ciudad bastante desordenada desde el punto de vista urbanístico, poca atractiva y caótica de transporte y organización, los “nicas” la consideran insegura. También los propios managüenses: revivo la escena de María y yo cargadas con el equipaje la noche de mi llegada, tratando de buscar el hotel que había concertado María; andábamos por calles poco transitadas y acabábamos de dejar el taxi, sin conseguir llegar a nuestro destino, y el taxista no se despegaba de nosotras y nos gritaba “¡no pasen de esa calle, que si las matan yo no quiero ser responsable!”. Finalmente, perdidas en esa “urbe insegura y peligrosa”, sin visos de encontrar lo que buscábamos y sin sombra de toparnos con un buen informante, tuvimos que “agarrar” un segundo taxi, que esa vez sí atinó con la dirección exacta. (Hay que aclarar que, como en otros países de Centro y Sudamérica, aquí las cosas no se “cogen”, sino que se “agarran”…)

Y es que, aparte de otras consideraciones, en estas ciudades resulta difícil orientarse para el que viene de fuera. Son ciudades con casas de una sola planta, excepcionalmente de dos, incluso en el centro, muy extendidas en superficie y sin puntos de referencia claros. Las direcciones no son un nombre de una calle y un número, como es habitual en nuestras ciudades, sino un lugar más o menos conocido y unas coordenadas; por ejemplo, del Gallo Loco una cuadra hacia el Este y dos cuadras hacia el Norte, junto a la casa de empeño... Complicado. Sin embargo, la gente se orienta perfectamente; creo que vienen de fábrica con una brújula en la tripa y saben dónde están el norte, el sur, el este y el oeste desde recién paridos.



En una primera impresión, llaman la atención en las ciudades las calles bacheadas, las casas descascarilladas y el parque móvil variopinto y antiguo: motos, carros de tracción animal, coches desvencijados como de hace treinta o cuarenta años, buses, camiones, camionetas... y bastante suciedad. Las estaciones de autobuses, un solar donde se concentran muchos o pocos, pero todos de distintas formas, tamaños y colores, decorados de formas diversas... merecen capítulo aparte. Mercados, grandes y laberínticos, con productos, sobre todo fruta, que resultan atractivos. En los mercados uno siente que podría estar en cualquier pueblo o ciudad de cualquier otro lugar “remoto”, tan parecido es el sistema de concentración y venta, estructura y trasiego... Olores, colores, sabores... 

Calor, mucho calor húmedo.


Y la naturaleza, increíble. Verde, muy verde, vegetación exuberante, cielos azules con nubes cambiantes, que son un cuadro de formas, luces y colores. Y volcanes por todas partes. 

Aquì van algunas fotos y el texto continùa, junto con más fotos, en las entradas siguientes. 

















Nicaragua Nicaragüita (la mirada de mi madre) SEGUNDA PARTE

La gente es amable, muy educada. No es nada ruidosa ni vocinglera. Resulta fácil mezclarse y “pegar la hebra” con cualquiera. Es interesante todo lo que cuentan y se aprende mucho. Con la mochila al hombro, a pesar de que María es morenita y lo está más aún, se nos notaba que no somos de la tierra. Cuando nos veían juntas, no se atrevían muchas veces a preguntarnos qué relación tenemos... Se ponían muy contentos si les decíamos que somos madre e hija porque "se lo imaginaban porque nos parecemos mucho”, pero les despistaba un montón que María sea tan morena y yo sea chela, así, blanca de piel y con pelo castaño. Sin hablar, “sabían” que éramos “gringas” y a veces se nos han dirigido en inglés. Pero en cuanto abríamos la boca, nos delatábamos como españolas, aunque sólo fuera por ese "gracias" que tanto hemos repetido y que suena a mucha zzzzzz y mucha sssss del final. Dicen que les gusta mucho nuestro acento y sienten un cierto complejo de no hablar ellos un buen español; más de uno y más de una nos han dicho que ellos hablan "nicañol". Rápidamente les hemos desmontado el complejo y alabado su acento suave y melodioso..., que es verdad, suena “lindo”.

Empezamos nuestro periplo “realmente” en Granada, una ciudad colonial bonita, que es donde María ha estado, en etapas diferentes, durante un mes y medio o así, en contacto con artesanos, grabadores y pintores, y donde ha aprendido a grabar sobre linóleo; ha hecho cosas bonitas y ha vendido bastante (para ser novel). Allí tiene muchos conocidos y amigos y según andábamos por las calles, se paraba a cada momento a saludar a unos y otros. Hemos estado combinando el turismo con visitas a la gente conocida para que María se despidiera y compartir todos parte del jamón-chorizo-lomo que traje de España (el jamón es lo que más ha echado de menos María estos meses de viaje... creo que más que a la familia :=)). Ha tenido éxito (me refiero al jamón). Después de Granada fuimos a la isla de Ometepe, que está en el lago Cocibolca, donde hemos disfrutado de una naturaleza como pocas veces se ve. Hemos andado, hemos nadado, hemos remado y nos hemos dado alguna que otra paliza en autobús por carreteras, caminos y trochas. Nos llevamos un recuerdo buenísimo. De Ometepe, un día entero de viaje a Estelí, combinando distintos medios de transporte. Estelí está hacia el norte de Nicaragua, en el escudo montañoso. Allí María estuvo viviendo las cuatro o cinco semanas anteriores a nuestro encuentro, colaborando como voluntaria en Funarte, una asociación muy conocida y reputada en Nicaragua, que trabaja en desarrollo psicoafectivo con niños. Creo que ha sido una bonita experiencia para ella y, aparte de trabajar con los niños en los colegios, ha impartido un pequeño taller de arteterapia a los formadores de esa asociación. Lo más bonito de Estelí son Naví y su hijo Rodrigo, con quienes pasamos unos días deliciosos. Nos ha llovido lo que ha querido, pero pudimos andar por la montaña hasta el Tisey, un parque natural precioso, que a mí me recuerda a Asturias. De Estelí marchamos a León, otra ciudad colonial que está en la costa Pacífica, universitaria, interesante y muy viva, con buenas playas cerca. Bañándonos en ellas pudimos comprobar que el nombre del océano no traduce la realidad: de pacífico no tiene nada, resulta imposible nadar en él, porque las olas baten con fuerza y te revuelcan y te zarandean; un contacto con la naturaleza que también vivifica. Por último, vuelta a Granada, desde donde hicimos excursiones bonitas, sobre todo a las zonas de volcanes.

Los trayectos de un lugar a otro los hemos hecho en autobuses, distintos y variados; muchas horas de nuestro viaje han transcurrido dentro de ellos. Geniales, muy animados. Son antiguos y, además, están viejos; de formas y colores insospechados, a menudo tienen alguna pintada política o religiosa. También en el interior pueden tener escritas invocaciones religiosas o de otro tipo y pegadas imágenes de santoral, sagrados corazones o vírgenes. O cualquier otra cosa. Recuerdo uno que tenía escrito delante, encima del asiento del conductor, bien visible: “Si hablaron de Cristo, qué no hablarán de mí” y al lado: “Gracias a Dios por bendecirnos y a ustedes por preferirnos”. En medio, un escudo del Real Madrid F.C.

Cada autobús es un cuadro por pintar, por dentro y por fuera. Y el paisanaje que los ocupa es aún mejor, hombres, mujeres con niños, muchos niños, chavales, jóvenes y adolescentes, escolares, gente mayor con frecuencia. En casi todas las paradas se suben mujeres con sus barreños o cestas a la cabeza voceando lo que venden: frescos, raspados, vigorón, pollo con tajada, empanadas de queso o de pollo, rosquillas, pan con mortadela... cada cual con su cantinela y paseándose por dentro del autobús para vender sus productos artesanales, todos de comer. Van con delantales cortitos que tienen muchos volantes y suelen quedarse entre una parada y la siguiente. También en las paradas se hacen intercambios a través de la ventanilla; esto suele ser en el campo. Una viajera le pasa un cubo, un cesto o un saco a otra/otro que está en tierra y/o al revés.

Otra gente que transita por estos medios son los predicadores. Nos han tocado algunos. Se suben al bus uno, dos o tres al tiempo, todos llevan un libro en la mano y es sólo uno de ellos el que predica, aunque a veces le presenta otro. Suelen leer un texto del evangelio y luego lo explican en términos muy apocalípticos. Hablan o, en algunas casos, “abroncan” fuertemente sobre los pecados del mundo y aseguran que si seguimos así iremos derechitos al infierno; a veces, a las invocaciones que hacen de tanto en tanto en medio del “espich”, el público corea “Amén Jesús” o algo del estilo. El caso es que dejan el corazón un poco encogido al personal, que pone cara de querer ser muy bueno en adelante, no emborracharse y no desear a la mujer del prójimo. Son evangelistas y suelen ser hombres. En una ocasión, la predicación la hizo un niñito de ocho o diez años... y cantando (en un barco yendo a la isla de Ometepe, tuvimos un predicador-niño, que se expresaba increíblemente). También nos ha tocado en un autobús un hombre que pedía dinero y vendía cintas de video para sacar para el tratamiento de una niña enferma (en el mercado hemos visto también gente que pide para casos de éstos). Suelen hacer imprecaciones religiosas y que "Diosito se lo premie"; la gente suele dar. También en una ocasión se subió una vendedora de remedios contra la próstata y las afecciones de riñón y sí, venden sus productos.

Aparte del conductor, en el autobús va un ayudante, que se encarga de cobrar el importe del trayecto y de otras “necesidades”. Estos “segundos de a bordo” son unos jabatos, auténticos héroes. Bajan y suben en cada parada, muchas veces en marcha, ayudan a subir al personal, cargan con los bultos y los acomodan, mientras vocean el destino de forma reiterada cuando llegan a cualquier parada ¡¡”Managua Managua, Managua, Managua…!!, seiscientas veces por minuto, sin exagerar… Y todo lo hacen a velocidad de vértigo. En las carreteras y caminos rurales el autobús para en cualquier sitio donde haya alguien dispuesto a subir o a dejar y recoger mercancía. El “segundo” carga y acomoda la mercancía y ayuda a subir o bajar a todos y cada uno. No paran de moverse, una gimnasia continua.   

Los autobuses son un buen lugar para socializar y la mayor parte de lo que hemos aprendido sobre Nicaragua nos lo han enseñado en los buses, que han sido una buena escuela para nosotras. Poco hace falta para pegar la hebra con el o la de al lado y las conversaciones -si no versan sobre el Real Madrid y el Barça, que en Nicaragua, por lo que hemos comprobado, causan furor- pueden ser muy interesantes. Hemos tenido varias de éstas y se aprende mucho sobre la vida de la gente, los años de la guerra, el tema político y el social, el asunto educativo o sanitario y las biografías personales.

La gente a veces pregunta por la vida en España; les interesan sobre todo los sueldos y los precios y te hablan de algún conocido que se ha venido para acá, sobre todo a Barcelona o el País Vasco; parece que España es desde hace unos poquitos años otro posible destino de la emigración, aunque las cifras no son comparables con las de quienes marchan a Costa Rica o EEUU; tampoco la inmigración nicaragüense en España es relevante en cifras sobre el conjunto de nuestra inmigración.

El tema de la “conquista española” no suele aparecer en las conversaciones y, si aparece, se aborda siempre de forma conciliadora; al menos, esa ha sido nuestra experiencia. Creo que pesa más en la población la historia más reciente de sufrimiento por la injerencia estadounidense en los asuntos de Nicaragua. Precisamente la revolución que protagonizó Sandino -el héroe nacional por excelencia-, en los años treinta del siglo pasado, fue contra el imperialismo yanki. La Dictadura de la familia Somoza (Anastasio, alias "Tacho", Luis y Anastasio "Tachito", tres generaciones de la misma familia que gobernaron como auténticos dueños y señores del país) se mantuvo en Nicaragua desde los años treinta hasta finales de los setenta, “gracias” al apoyo de EEUU. Y una vez derrocado el régimen, Nicaragua tuvo que soportar diez años más de guerra de hostigamiento y sabotajes desde los países vecinos por parte de somocistas apoyados y financiados por los EEUU, la “Contra”. Una larga historia que dejó al país empobrecido y moralmente afectado.
                                
Granada es una ciudad pequeña, de casas bajas, coloniales, pintadas de colores vivos y techadas con teja árabe. Muchas tienen soportales y en su interior siempre uno o varios patios con árboles y plantas. Tiene algunas iglesias y una catedral buenas. El cielo cambiante de nubes, luces, y colores es muy visible, por la escasa altura de las casas, e imprime carácter al paisaje urbano. Es una ciudad bonita y seguramente la más turística de Nicaragua, aunque, afortunadamente, en la época que hemos estado (temporada baja), sólo se veían algunos mochileros... como nosotras. Acogedora. Al atardecer, la gente saca las mecedoras a la puerta de las casas para tomar el fresco (o el “menos-calor”) y la vida parece sencilla y bastante plácida, con espacios para la relación interpersonal y la vida en familia... Al menos es la imagen que da. Como todas las ciudades de por aquí, el enclave es inmejorable: vegetación exuberante y volcanes alrededor. El Mombacho preside la ciudad y el Masaya está muy cerca. El extremo oriental de la ciudad se abre al lago Cocibolca y pasear por su orilla, si una consigue olvidarse de los zancudos, es idílico. Es típica la excursión en barca a “Las Isletas”, muy próximas, un archipiélago conformado por trescientas sesenta y cinco islas, como días tiene el año, pequeñas, algunas propiedad de particulares que han construido sus mansiones, otras habitadas por familias modestas. Todas con fauna y flora variada. No pudimos acercarnos, porque cuando lo proyectábamos, cayó el aguacero del siglo; lo dejamos para otra ocasión. Más importantes en tamaño son, dentro del mismo lago Cocibolca, la isla Zapatera, la de Ometepe y el archipiélago de Solentiname, donde vive y ha creado una comunidad el poeta Ernesto Cardenal.

Sí que pudimos visitar el parque Nacional del Volcán Masaya y llegar hasta el cráter humeante del volcán Santiago, donde días antes se había arrojado un hombre que quedó prácticamente desintegrado. El cráter es impactante y el entorno de enorme belleza, con los rojos, negros y amarillos de las rocas y las tierras volcánicas, la vegetación exuberante, el cráter del Masaya próximo, cubierto de verde, y la vista de la laguna de Masaya, la laguna de Apoyo y el lago Cocibolca. Pocos paisajes tan increíbles de ver y de andar. También estuvimos en la ciudad de Masaya y en alguno de los pueblos blancos del entorno y pudimos contemplar a nuestras anchas la laguna de Apoyo, desde el mirador de Catarina, mientras escuchábamos a un grupo musical tocando una música preciosa y cantando Nicaragua-Nicaragüita. Inolvidable. Todas estas lagunas tienen origen volcánico. Realmente, son los volcanes -presentes, pasados y futuros-  los responsables, en buena medida, de la configuración del paisaje de toda la fachada occidental de Nicaragua. Hemos visto y andado muchos paisajes volcánicos: volcanes vivos y muertos, coladas de lava, cráteres, lagos y lagunas, fumarolas y hervideros.  Una experiencia bien bonita e interesante. 

La isla de Ometepe, en el lago Cocibolca, segunda etapa de nuestro viaje, es un verdadero paraíso de vegetación exuberante, fauna y flora. Tiene forma de ocho y en cada círculo, por así decir, un volcán; uno de ellos, el Concepción, imponente, parece que está activo, aunque sólo refunfuña un poco de vez en cuando (alguna ceniza y poco más). El otro, el Maderas, lleva tiempo en silencio. Son muy bonitos, sobre todo el primero; grande y con forma de cono, suele estar coronado por nubes que hacen mil formas alrededor de la cumbre, de manera que cambia continuamente y mirarlo es un espectáculo. Un día, cuando volvíamos de un sitio que se llama "el ojo de agua", una piscina natural muy grande, en la falda del Maderas, al Concepción las nubes le habían hecho un gran sombrero bien encasquetado con un ala ancha que parecía un ovni.

La falda de los dos volcanes está cubierta de bosque tropical seco. Se puede subir andando a los dos; al Maderas, que es el más bajo, son siete horas ida y vuelta a buena marcha, por camino, trocha, torrentera estrecha y escalando por las raíces de los árboles; la parte alta es más dura, pero el cráter es un lago. Hay que hacerlo con guía. Por mi lesión de rodilla, no lo contratamos, porque hicimos idea de no subir, pero fuimos andando María y yo una mañana por entre los cafetales, poquito a poco y llegamos hasta más arriba de media ladera (cinco horas ida y vuelta); una experiencia magnífica andar, trepar, gatear por el bosque, no ver un alma en todo el recorrido ni muestra alguna de paso humano (sólo un blister tirado encontramos en el camino). Vimos algún petroglifo por mitad del bosque y escuchamos los sonidos de muchísimos animales, sobre todo pájaros, pero también algún venado. Algunos sonidos francamente sobrecogedores, fuertes y vibrantes. Parábamos en silencio muchas veces para ver si descubríamos al autor... pero pocas veces, casi nunca, lo conseguimos. Una experiencia increíble. Íbamos de bajada un poco pesarosas de no haber visto ni siquiera un mono, cuando de repente, escuchamos una rama de un árbol que se movía y allí un mono, no dos, tres, cuatro.. contamos hasta nueve en el mismo árbol, meciéndose, jugando, alguno durmiendo; desde muy grandes hasta crías... ¡qué emoción! Luego, en los días que hemos estado en la isla, hemos visto más. Andando porel campo continuamente te sobrevuelan zopilotes, majestuosos, pero muchos pájaros más. También se ven fácilmente ardillas y otros animales.

Otra experiencia bonita en la isla ha sido ir en kayak por el lago, internándonos en el río Istián, que está en el estrecho espacio de tierra que separa los dos volcanes. Esforzada la experiencia, porque estuvimos remando cuatro horas y, al final, a toda mecha, porque de un momento para otro se preparó una tormenta impresionante. Una experiencia imponente ver las fuerzas de la naturaleza en plena acción. Justo empezó a llover cuando estábamos llegando a la orilla. Y nos pudimos poner en sitio seguro, completamente caladas, mirando el temporal, que es bien bonito y deja sombras negras por un lado y nubes luminosas por otro... ¡qué increíble! Pero más increíble aún fue la marcha en kayak. A orillas del lago vive mucha gente en casas modestas y cabañas y se ve a los niños bañándose, las mujeres lavando, hombres pescando (parece que hay tiburones de agua dulce, aunque están más lago adentro) y algunos en barquita. Los niños, en particular, producen especial emoción en esa simbiosis con la naturaleza. Vimos a dos en una barquita construida en el tronco de un árbol, pescando con una red y nadando, muertos de risa, disfrutando a tope... Dos “indiecitos” que evocan lo que debía de ser la vida por aquí antes de "la conquista", en esa comunión hombre-naturaleza.

Muchas otras imágenes en la isla evocan el antes y el después de la conquista, como la gente cultivando sus campos con medios tradicionales y respetando mucho la naturaleza. Hasta los campos cultivados son preciosos, de formas, de color, de viveza. Una belleza.

El paseo en kayak una vez entrado al río Istián es increíble. Silencio total, remando despacito y escuchando los sonidos... se descubren un sinfín de pájaros diferentes, con melodías bien distintas y vuelos de lo más variado. El paisaje increíble: árboles dentro del río con sus raíces aéreas y el agua cubierta por una planta con forma de flor que es una preciosidad; al fondo, naturaleza, verde-verde, sin tocar y el volcán con sus nubes enredadas. Creo que nunca he visto nada igual, ni siquiera en película.  ¡Ah! y vimos un caimán tomando el sol. Espectacular.

Supongo que todo está así gracias a lo difícil que es llegar a estos lugares. Un esfuerzo grande y lo de remar tantas horas, trabajoso... Pero mereció la pena. La paz, el silencio, la luminosidad y esa especie de comunión con la naturaleza son algo indescriptible. Con todo, Ometepe debe de ser de los lugares de más turismo de Nicaragua; nosotras vimos poca gente porque fuimos en temporada baja; en temporada alta debe de haber mucha más. Pero todavía nada comparable con la vecina Costa Rica, también país de belleza exuberante, con volcanes y parques naturales incomparables, pero muy transitados por el turismo. No creo que Nicaragua le vaya a la zaga en cuanto a belleza natural. Y, de momento, no esta sufriendo esa explotación.



Granada, vista desde la Calzada

 Granada

 Granada, la Merced