sábado, 5 de noviembre de 2011

Nicaragua Nicaragüita (la mirada de mi madre) SEGUNDA PARTE

La gente es amable, muy educada. No es nada ruidosa ni vocinglera. Resulta fácil mezclarse y “pegar la hebra” con cualquiera. Es interesante todo lo que cuentan y se aprende mucho. Con la mochila al hombro, a pesar de que María es morenita y lo está más aún, se nos notaba que no somos de la tierra. Cuando nos veían juntas, no se atrevían muchas veces a preguntarnos qué relación tenemos... Se ponían muy contentos si les decíamos que somos madre e hija porque "se lo imaginaban porque nos parecemos mucho”, pero les despistaba un montón que María sea tan morena y yo sea chela, así, blanca de piel y con pelo castaño. Sin hablar, “sabían” que éramos “gringas” y a veces se nos han dirigido en inglés. Pero en cuanto abríamos la boca, nos delatábamos como españolas, aunque sólo fuera por ese "gracias" que tanto hemos repetido y que suena a mucha zzzzzz y mucha sssss del final. Dicen que les gusta mucho nuestro acento y sienten un cierto complejo de no hablar ellos un buen español; más de uno y más de una nos han dicho que ellos hablan "nicañol". Rápidamente les hemos desmontado el complejo y alabado su acento suave y melodioso..., que es verdad, suena “lindo”.

Empezamos nuestro periplo “realmente” en Granada, una ciudad colonial bonita, que es donde María ha estado, en etapas diferentes, durante un mes y medio o así, en contacto con artesanos, grabadores y pintores, y donde ha aprendido a grabar sobre linóleo; ha hecho cosas bonitas y ha vendido bastante (para ser novel). Allí tiene muchos conocidos y amigos y según andábamos por las calles, se paraba a cada momento a saludar a unos y otros. Hemos estado combinando el turismo con visitas a la gente conocida para que María se despidiera y compartir todos parte del jamón-chorizo-lomo que traje de España (el jamón es lo que más ha echado de menos María estos meses de viaje... creo que más que a la familia :=)). Ha tenido éxito (me refiero al jamón). Después de Granada fuimos a la isla de Ometepe, que está en el lago Cocibolca, donde hemos disfrutado de una naturaleza como pocas veces se ve. Hemos andado, hemos nadado, hemos remado y nos hemos dado alguna que otra paliza en autobús por carreteras, caminos y trochas. Nos llevamos un recuerdo buenísimo. De Ometepe, un día entero de viaje a Estelí, combinando distintos medios de transporte. Estelí está hacia el norte de Nicaragua, en el escudo montañoso. Allí María estuvo viviendo las cuatro o cinco semanas anteriores a nuestro encuentro, colaborando como voluntaria en Funarte, una asociación muy conocida y reputada en Nicaragua, que trabaja en desarrollo psicoafectivo con niños. Creo que ha sido una bonita experiencia para ella y, aparte de trabajar con los niños en los colegios, ha impartido un pequeño taller de arteterapia a los formadores de esa asociación. Lo más bonito de Estelí son Naví y su hijo Rodrigo, con quienes pasamos unos días deliciosos. Nos ha llovido lo que ha querido, pero pudimos andar por la montaña hasta el Tisey, un parque natural precioso, que a mí me recuerda a Asturias. De Estelí marchamos a León, otra ciudad colonial que está en la costa Pacífica, universitaria, interesante y muy viva, con buenas playas cerca. Bañándonos en ellas pudimos comprobar que el nombre del océano no traduce la realidad: de pacífico no tiene nada, resulta imposible nadar en él, porque las olas baten con fuerza y te revuelcan y te zarandean; un contacto con la naturaleza que también vivifica. Por último, vuelta a Granada, desde donde hicimos excursiones bonitas, sobre todo a las zonas de volcanes.

Los trayectos de un lugar a otro los hemos hecho en autobuses, distintos y variados; muchas horas de nuestro viaje han transcurrido dentro de ellos. Geniales, muy animados. Son antiguos y, además, están viejos; de formas y colores insospechados, a menudo tienen alguna pintada política o religiosa. También en el interior pueden tener escritas invocaciones religiosas o de otro tipo y pegadas imágenes de santoral, sagrados corazones o vírgenes. O cualquier otra cosa. Recuerdo uno que tenía escrito delante, encima del asiento del conductor, bien visible: “Si hablaron de Cristo, qué no hablarán de mí” y al lado: “Gracias a Dios por bendecirnos y a ustedes por preferirnos”. En medio, un escudo del Real Madrid F.C.

Cada autobús es un cuadro por pintar, por dentro y por fuera. Y el paisanaje que los ocupa es aún mejor, hombres, mujeres con niños, muchos niños, chavales, jóvenes y adolescentes, escolares, gente mayor con frecuencia. En casi todas las paradas se suben mujeres con sus barreños o cestas a la cabeza voceando lo que venden: frescos, raspados, vigorón, pollo con tajada, empanadas de queso o de pollo, rosquillas, pan con mortadela... cada cual con su cantinela y paseándose por dentro del autobús para vender sus productos artesanales, todos de comer. Van con delantales cortitos que tienen muchos volantes y suelen quedarse entre una parada y la siguiente. También en las paradas se hacen intercambios a través de la ventanilla; esto suele ser en el campo. Una viajera le pasa un cubo, un cesto o un saco a otra/otro que está en tierra y/o al revés.

Otra gente que transita por estos medios son los predicadores. Nos han tocado algunos. Se suben al bus uno, dos o tres al tiempo, todos llevan un libro en la mano y es sólo uno de ellos el que predica, aunque a veces le presenta otro. Suelen leer un texto del evangelio y luego lo explican en términos muy apocalípticos. Hablan o, en algunas casos, “abroncan” fuertemente sobre los pecados del mundo y aseguran que si seguimos así iremos derechitos al infierno; a veces, a las invocaciones que hacen de tanto en tanto en medio del “espich”, el público corea “Amén Jesús” o algo del estilo. El caso es que dejan el corazón un poco encogido al personal, que pone cara de querer ser muy bueno en adelante, no emborracharse y no desear a la mujer del prójimo. Son evangelistas y suelen ser hombres. En una ocasión, la predicación la hizo un niñito de ocho o diez años... y cantando (en un barco yendo a la isla de Ometepe, tuvimos un predicador-niño, que se expresaba increíblemente). También nos ha tocado en un autobús un hombre que pedía dinero y vendía cintas de video para sacar para el tratamiento de una niña enferma (en el mercado hemos visto también gente que pide para casos de éstos). Suelen hacer imprecaciones religiosas y que "Diosito se lo premie"; la gente suele dar. También en una ocasión se subió una vendedora de remedios contra la próstata y las afecciones de riñón y sí, venden sus productos.

Aparte del conductor, en el autobús va un ayudante, que se encarga de cobrar el importe del trayecto y de otras “necesidades”. Estos “segundos de a bordo” son unos jabatos, auténticos héroes. Bajan y suben en cada parada, muchas veces en marcha, ayudan a subir al personal, cargan con los bultos y los acomodan, mientras vocean el destino de forma reiterada cuando llegan a cualquier parada ¡¡”Managua Managua, Managua, Managua…!!, seiscientas veces por minuto, sin exagerar… Y todo lo hacen a velocidad de vértigo. En las carreteras y caminos rurales el autobús para en cualquier sitio donde haya alguien dispuesto a subir o a dejar y recoger mercancía. El “segundo” carga y acomoda la mercancía y ayuda a subir o bajar a todos y cada uno. No paran de moverse, una gimnasia continua.   

Los autobuses son un buen lugar para socializar y la mayor parte de lo que hemos aprendido sobre Nicaragua nos lo han enseñado en los buses, que han sido una buena escuela para nosotras. Poco hace falta para pegar la hebra con el o la de al lado y las conversaciones -si no versan sobre el Real Madrid y el Barça, que en Nicaragua, por lo que hemos comprobado, causan furor- pueden ser muy interesantes. Hemos tenido varias de éstas y se aprende mucho sobre la vida de la gente, los años de la guerra, el tema político y el social, el asunto educativo o sanitario y las biografías personales.

La gente a veces pregunta por la vida en España; les interesan sobre todo los sueldos y los precios y te hablan de algún conocido que se ha venido para acá, sobre todo a Barcelona o el País Vasco; parece que España es desde hace unos poquitos años otro posible destino de la emigración, aunque las cifras no son comparables con las de quienes marchan a Costa Rica o EEUU; tampoco la inmigración nicaragüense en España es relevante en cifras sobre el conjunto de nuestra inmigración.

El tema de la “conquista española” no suele aparecer en las conversaciones y, si aparece, se aborda siempre de forma conciliadora; al menos, esa ha sido nuestra experiencia. Creo que pesa más en la población la historia más reciente de sufrimiento por la injerencia estadounidense en los asuntos de Nicaragua. Precisamente la revolución que protagonizó Sandino -el héroe nacional por excelencia-, en los años treinta del siglo pasado, fue contra el imperialismo yanki. La Dictadura de la familia Somoza (Anastasio, alias "Tacho", Luis y Anastasio "Tachito", tres generaciones de la misma familia que gobernaron como auténticos dueños y señores del país) se mantuvo en Nicaragua desde los años treinta hasta finales de los setenta, “gracias” al apoyo de EEUU. Y una vez derrocado el régimen, Nicaragua tuvo que soportar diez años más de guerra de hostigamiento y sabotajes desde los países vecinos por parte de somocistas apoyados y financiados por los EEUU, la “Contra”. Una larga historia que dejó al país empobrecido y moralmente afectado.
                                
Granada es una ciudad pequeña, de casas bajas, coloniales, pintadas de colores vivos y techadas con teja árabe. Muchas tienen soportales y en su interior siempre uno o varios patios con árboles y plantas. Tiene algunas iglesias y una catedral buenas. El cielo cambiante de nubes, luces, y colores es muy visible, por la escasa altura de las casas, e imprime carácter al paisaje urbano. Es una ciudad bonita y seguramente la más turística de Nicaragua, aunque, afortunadamente, en la época que hemos estado (temporada baja), sólo se veían algunos mochileros... como nosotras. Acogedora. Al atardecer, la gente saca las mecedoras a la puerta de las casas para tomar el fresco (o el “menos-calor”) y la vida parece sencilla y bastante plácida, con espacios para la relación interpersonal y la vida en familia... Al menos es la imagen que da. Como todas las ciudades de por aquí, el enclave es inmejorable: vegetación exuberante y volcanes alrededor. El Mombacho preside la ciudad y el Masaya está muy cerca. El extremo oriental de la ciudad se abre al lago Cocibolca y pasear por su orilla, si una consigue olvidarse de los zancudos, es idílico. Es típica la excursión en barca a “Las Isletas”, muy próximas, un archipiélago conformado por trescientas sesenta y cinco islas, como días tiene el año, pequeñas, algunas propiedad de particulares que han construido sus mansiones, otras habitadas por familias modestas. Todas con fauna y flora variada. No pudimos acercarnos, porque cuando lo proyectábamos, cayó el aguacero del siglo; lo dejamos para otra ocasión. Más importantes en tamaño son, dentro del mismo lago Cocibolca, la isla Zapatera, la de Ometepe y el archipiélago de Solentiname, donde vive y ha creado una comunidad el poeta Ernesto Cardenal.

Sí que pudimos visitar el parque Nacional del Volcán Masaya y llegar hasta el cráter humeante del volcán Santiago, donde días antes se había arrojado un hombre que quedó prácticamente desintegrado. El cráter es impactante y el entorno de enorme belleza, con los rojos, negros y amarillos de las rocas y las tierras volcánicas, la vegetación exuberante, el cráter del Masaya próximo, cubierto de verde, y la vista de la laguna de Masaya, la laguna de Apoyo y el lago Cocibolca. Pocos paisajes tan increíbles de ver y de andar. También estuvimos en la ciudad de Masaya y en alguno de los pueblos blancos del entorno y pudimos contemplar a nuestras anchas la laguna de Apoyo, desde el mirador de Catarina, mientras escuchábamos a un grupo musical tocando una música preciosa y cantando Nicaragua-Nicaragüita. Inolvidable. Todas estas lagunas tienen origen volcánico. Realmente, son los volcanes -presentes, pasados y futuros-  los responsables, en buena medida, de la configuración del paisaje de toda la fachada occidental de Nicaragua. Hemos visto y andado muchos paisajes volcánicos: volcanes vivos y muertos, coladas de lava, cráteres, lagos y lagunas, fumarolas y hervideros.  Una experiencia bien bonita e interesante. 

La isla de Ometepe, en el lago Cocibolca, segunda etapa de nuestro viaje, es un verdadero paraíso de vegetación exuberante, fauna y flora. Tiene forma de ocho y en cada círculo, por así decir, un volcán; uno de ellos, el Concepción, imponente, parece que está activo, aunque sólo refunfuña un poco de vez en cuando (alguna ceniza y poco más). El otro, el Maderas, lleva tiempo en silencio. Son muy bonitos, sobre todo el primero; grande y con forma de cono, suele estar coronado por nubes que hacen mil formas alrededor de la cumbre, de manera que cambia continuamente y mirarlo es un espectáculo. Un día, cuando volvíamos de un sitio que se llama "el ojo de agua", una piscina natural muy grande, en la falda del Maderas, al Concepción las nubes le habían hecho un gran sombrero bien encasquetado con un ala ancha que parecía un ovni.

La falda de los dos volcanes está cubierta de bosque tropical seco. Se puede subir andando a los dos; al Maderas, que es el más bajo, son siete horas ida y vuelta a buena marcha, por camino, trocha, torrentera estrecha y escalando por las raíces de los árboles; la parte alta es más dura, pero el cráter es un lago. Hay que hacerlo con guía. Por mi lesión de rodilla, no lo contratamos, porque hicimos idea de no subir, pero fuimos andando María y yo una mañana por entre los cafetales, poquito a poco y llegamos hasta más arriba de media ladera (cinco horas ida y vuelta); una experiencia magnífica andar, trepar, gatear por el bosque, no ver un alma en todo el recorrido ni muestra alguna de paso humano (sólo un blister tirado encontramos en el camino). Vimos algún petroglifo por mitad del bosque y escuchamos los sonidos de muchísimos animales, sobre todo pájaros, pero también algún venado. Algunos sonidos francamente sobrecogedores, fuertes y vibrantes. Parábamos en silencio muchas veces para ver si descubríamos al autor... pero pocas veces, casi nunca, lo conseguimos. Una experiencia increíble. Íbamos de bajada un poco pesarosas de no haber visto ni siquiera un mono, cuando de repente, escuchamos una rama de un árbol que se movía y allí un mono, no dos, tres, cuatro.. contamos hasta nueve en el mismo árbol, meciéndose, jugando, alguno durmiendo; desde muy grandes hasta crías... ¡qué emoción! Luego, en los días que hemos estado en la isla, hemos visto más. Andando porel campo continuamente te sobrevuelan zopilotes, majestuosos, pero muchos pájaros más. También se ven fácilmente ardillas y otros animales.

Otra experiencia bonita en la isla ha sido ir en kayak por el lago, internándonos en el río Istián, que está en el estrecho espacio de tierra que separa los dos volcanes. Esforzada la experiencia, porque estuvimos remando cuatro horas y, al final, a toda mecha, porque de un momento para otro se preparó una tormenta impresionante. Una experiencia imponente ver las fuerzas de la naturaleza en plena acción. Justo empezó a llover cuando estábamos llegando a la orilla. Y nos pudimos poner en sitio seguro, completamente caladas, mirando el temporal, que es bien bonito y deja sombras negras por un lado y nubes luminosas por otro... ¡qué increíble! Pero más increíble aún fue la marcha en kayak. A orillas del lago vive mucha gente en casas modestas y cabañas y se ve a los niños bañándose, las mujeres lavando, hombres pescando (parece que hay tiburones de agua dulce, aunque están más lago adentro) y algunos en barquita. Los niños, en particular, producen especial emoción en esa simbiosis con la naturaleza. Vimos a dos en una barquita construida en el tronco de un árbol, pescando con una red y nadando, muertos de risa, disfrutando a tope... Dos “indiecitos” que evocan lo que debía de ser la vida por aquí antes de "la conquista", en esa comunión hombre-naturaleza.

Muchas otras imágenes en la isla evocan el antes y el después de la conquista, como la gente cultivando sus campos con medios tradicionales y respetando mucho la naturaleza. Hasta los campos cultivados son preciosos, de formas, de color, de viveza. Una belleza.

El paseo en kayak una vez entrado al río Istián es increíble. Silencio total, remando despacito y escuchando los sonidos... se descubren un sinfín de pájaros diferentes, con melodías bien distintas y vuelos de lo más variado. El paisaje increíble: árboles dentro del río con sus raíces aéreas y el agua cubierta por una planta con forma de flor que es una preciosidad; al fondo, naturaleza, verde-verde, sin tocar y el volcán con sus nubes enredadas. Creo que nunca he visto nada igual, ni siquiera en película.  ¡Ah! y vimos un caimán tomando el sol. Espectacular.

Supongo que todo está así gracias a lo difícil que es llegar a estos lugares. Un esfuerzo grande y lo de remar tantas horas, trabajoso... Pero mereció la pena. La paz, el silencio, la luminosidad y esa especie de comunión con la naturaleza son algo indescriptible. Con todo, Ometepe debe de ser de los lugares de más turismo de Nicaragua; nosotras vimos poca gente porque fuimos en temporada baja; en temporada alta debe de haber mucha más. Pero todavía nada comparable con la vecina Costa Rica, también país de belleza exuberante, con volcanes y parques naturales incomparables, pero muy transitados por el turismo. No creo que Nicaragua le vaya a la zaga en cuanto a belleza natural. Y, de momento, no esta sufriendo esa explotación.



Granada, vista desde la Calzada

 Granada

 Granada, la Merced





1 comentario:

  1. Comenzé al final y llegué al inicio, inicié y concluí con una lección sobre geografía y bellezas naturales de mi país, a parte del enfoque cultural muy propio, la gente con sus ventas, ocupada en los conflictos recientes (que por cierto ya no son tan recientes y siguen latentes. Gracias por el recorrido Gloria, siempre hace falta una mirada que nos recuerde lo hermoso de nuestro país.

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