sábado, 5 de noviembre de 2011

Nicaragua Nicaragüita (la mirada de mi madre) CUARTA PARTE

Al principio de esta crónica comenté que durante nuestro viaje María y yo habíamos compartido alguna “penalidad”. Han sido pocas realmente y no merman en nada el disfrute de todo el viaje. Tienen relación sobre todo con el calor húmedo, especialmente en Granada y en los pueblos y ciudades próximas a los lagos; la suciedad de la ropa, lo difícil que es lavarla y que se seque, lo mal que huele dentro de la mochila; la ausencia de transporte en los dos días de fiestas patrias y las consiguientes andadas, en alguna ocasión con las mochilas a tope…muchas anécdotas por esos caminos. También las horas en autobuses, a veces de pie y apretujadas… 

 Los cortes de luz son frecuentes y, como anochece a las seis de la tarde y amanece a las cinco de la mañana, cuando el corte del suministro es en este lapso de tiempo, te quedas a ciegas y el pueblo o la ciudad a oscuras total. La gente está acostumbrada y enciende candelas. María tiene un foquito con una goma, tipo luz de minero, que algo ilumina. Los cortes a veces son intermitentes y otras duran horas. A nosotras nos han ocurrido un par de días cortes de los de horas a las seis y media de la tarde. Sólo queda dedicar el resto del día a "platicar" y acostarse prontito.      

Sobre esto, nos hacía una chica joven una reflexión que tiene que ver con los cambios de vida que generan los adelantos técnicos.  Estuvimos charlando con ella en el Tisey, en una especie de barcito que ella atendía. Allá llegó la luz hace tres años. Hasta entonces, al anochecer, nos contaba, la familia se reunía y se escuchaban las historias de los abuelos y de los padres. Llegó la luz y con ella la televisión y la computadora. Los hábitos han cambiado totalmente y la gente se conecta a internet y ve la tele. Cuando vienen cortes de luz -y decía que el último duró tres días-, se quedan parados y sin saber qué hacer. Difícilmente se retoman los antiguos hábitos de contar historias. Así ha ocurrido en todas partes y las relaciones ahora se vuelven virtuales, la televisión te hace entrar en mundos ajenos, más atractivos que el propio, y cada vez hay menos "roce".

En Granada hemos tenido también cortes de agua. Y son incómodos si no se está acostumbrado. Hay que recibirlos con paciencia y saber que si uno no se puede duchar antes de acostarse o por la mañana, ya lo hará en otro momento.

Me gustaría mencionar aquí a los gallos nicaragüenses. Al menos los que hemos visto en las zonas de campo son hermosísimos y campan a sus anchas. Las noches son tremendas en las proximidades, porque no cantan sólo al amanecer, como dictan los cánones; se pueden tirar cantando la noche entera y dormir resulta, con ellos, misión imposible.

Afortunadamente, los mosquitos no se han cebado con nosotras estos días; yo siempre me ponía repelente y funciona; María ya está curtida y no usa. Menos suerte tuvimos con el sol; nos poníamos protección cincuenta sólo en la cara y María a veces ni eso. El día de los kayaks en Ometepe hacía un sol de castigo y las dos remando por el lago durante más de cuatro horas, sólo con protección solar en la cara, dieron como resultado que María se abrasó las piernas y yo los brazos y el trozo de tobillo entre el calcetín y el pantalón. A la quemadura generalizada siguieron miles de ampollitas, que picaban un montón y luego el despelleje. Todavía ahora, después de casi mes y medio, se notan las marcas. Son un buen recuerdo.

La última penalidad a consignar aquí es la pérdida de la máquina de fotos. No por la máquina en sí, sino por el maravilloso reportaje fotográfico que estábamos haciendo María y yo y que perdimos con ella. Fue en Estelí, después de ocho días de ver lugares preciosos, inmortalizar a los amigos pintores, grabadores y artesanos de María en Granada y vivir momentos muy felices. Nos debimos de dejar la máquina en un cíber y cuando fuimos a buscarla, alguien se nos había adelantado. Por los cortes de luz tan frecuentes, no habíamos encontrado el momento de pasarlas a pendrive. Naví nos mandó en seguida fotos de nuestra excursión al Tisey y ya en León empezamos a hacer fotos con el celular de María; no son buenas, pero algo es algo. La pérdida de la máquina y del reportaje fue para mí fue un disgusto, pero también motivo de reflexión. Superado el "duelo", siento que las mejores imágenes están bien guardadas en mi memoria, junto a tantas fotografías "que no hice" porque se agotó la batería en el momento más interesante o no quise "robar" a la gente.

Quedan muchas cosas en el tintero, pero esta crónica es ya excesiva para encajar en el blog. Quizá María pueda contar en algún momento sobre el asociacionismo en Nicaragua; hay algunas historias de emprendedores españoles que vinieron a montar un negocio y finalmente lo que hicieron fue una asociación de ayuda a discapacitados. También sobre cooperantes: hay muchos en el país; y extranjeros enamorados de Nicaragua que se han afincado allí.

Releo lo escrito y me parece que no tiene mucho interés; suena a guía de turismo y casi todo es bien sabido o imaginable. La novedad para mí ha sido vivirlo en primera persona. Poner cara a la gente, ver, sentir, oler, gustar... Todo se mete por los sentidos. Un país que se te cuela por las rendijas del corazón y ya se te queda instalado ahí, creo que para siempre. Hace casi mes y medio que volví y me sorprendo a mí misma a menudo recordando a personas o paisajes, reviviendo escenas y tarareando, con emoción contenida, “Nicaragua Nicaragüita, la flor más linda de mi quereeeeer…”, con ese final tan bonito de “…hoy te quieeeeero más que ayeeeeeer”.






1 comentario:

  1. No suena a guía turística, es un texto escrito con ternura, a pesar de las inclemencias de nuestro clima y las malas pasadas de los mosquitos, que aún para nosotros/as son insoportables en ciertas épocas. Nicaragüita sigue acá esperando a Gloria, ella sabe que la queremos mucho.

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