sábado, 5 de noviembre de 2011

Nicaragua Nicaragüita: la mirada de mi madre

María me pide que escriba en su blog sobre nuestro viaje juntas, mochila al hombro, por un trocito de Nicaragua, durante la segunda quincena del mes de  septiembre pasado. Para mí ha sido una suerte poder reunirme con ella, después de más de seis meses sin verla; desde marzo que salió de Madrid en dirección a Méjico con el proyecto de seguir rumbo al sur por Centroamérica. He viajado con mi hija de forma virtual todos estos meses, pero nunca pensé que tendría la oportunidad de hacerlo de forma real, en vivo y en directo; poder abrazarla al otro lado del Océano y compartir con ella experiencias, charlas, caminatas, ratos felices y alguna que otra penalidad. Mezclo el relato de nuestra experiencia con datos del paìs. Para facilitar la lectura del texto, que es largo, lo divido en varias entradas sucesivas y, en ésta primera, marco en negrita los párrafos que hablan de nuestra vivencia o impresiones. Los pàrrafos de datos más objetivos quedan en letra normal.

Nicaragua es un país interesante. Desde el punto de vista geológico lo es y mucho, porque la costa Pacífica es zona de fricción de placas y el país se ha visto y se ve afectado por temblores, terremotos, huracanes y erupciones volcánicas. En el momento, se cuentan cincuenta y ocho volcanes en Nicaragua, de los que seis están activos. Los desastres naturales han tenido históricamente y tienen hoy día un fuerte impacto en la población. El terremoto de 1972 destruyó casi por completo Managua, la capital, y las lluvias torrenciales y los deslizamientos de lodo que trajo el huracán Mitch, en octubre de 1998, tuvieron consecuencias desastrosas, sobre todo en la fachada del Pacífico (zonas de León, Estelí, Nueva Segovia, Madriz...): dos millones de personas quedaron afectadas directamente en todo el país; 3.800 murieron y casas, escuelas, centros de salud, sistemas de alcantarillado y electricidad, carreteras y puentes fueron dañados o destruidos; también hubo importantes pérdidas en la agricultura y la ganadería. Las tormentas tropicales y los huracanes provocan casi cada año pérdidas de vidas y de hogares y daños enormes que afectan directamente al desarrollo de Nicaragua.

Con una población de más de cinco millones de personas, el Índice de Pobreza Multidimensional del PNUD sitúa a Nicaragua en el puesto 44 de los 104 países en desarrollo que investiga, casi a la par que Honduras y Bolivia y por encima sólo de Haití dentro de Latinoamérica. El número de personas pobres en Nicaragua, según este indicador, que maneja variables relacionadas con la salud, la educación y los niveles de vida, superaría los dos millones de personas, que viven en buena parte en el medio rural. En algún lugar he leído que la de Nicaragua es una “pobreza digna” y esa aseveración me vino a la cabeza cuando volví a Madrid , por el contraste con esta otra pobreza que se ve en nuestras calles y en las de muchas ciudades de países desarrollados, en tantas personas que viven al margen de una riqueza de la que la mayoría disfruta; el llamado “cuarto mundo”. En Nicaragua no es frecuente ver a gente pidiendo por las calles, al contrario de lo que ocurre en España. Alguna vez en algún espacio público algún niño nos ha pedido un peso. Sí que me impresionó, sin embargo, en un par de ocasiones que comíamos María y yo, un día en un mercado y otro en una plaza, cómo se nos acercaron niños a cierta distancia haciendo señas de que querían comer; les fuimos dando trozos de pan con parte de la comida y, al final, acabamos compartiéndola con ellos y viendo cómo rebañaban nuestros platos hasta casi hacerles un agujero.

Otros datos estadísticos: según el Banco Mundial, en 2009, el 57% de la población de Nicaragua era urbana; la esperanza de vida al nacer de 73 años, la natalidad del 24 por mil y la mortalidad del 4’5 por mil, aunque la infantil alcanzaba el 22 por mil. El crecimiento de la población se ve frenado por la emigración, que aumenta, sobre todo, desde los años ochenta. No he encontrado datos recientes sobre el volumen de emigrantes, pero hay quien habla de un millón de nicaragüenses viviendo fuera de su país; otras estimaciones rebajan la cifra al 10 o 12% de la población del país (en torno a seiscientas o setecientas mil personas). Los nicaragüenses emigran sobre todo a EEUU y a la vecina Costa Rica: una migración atípica, bipolar  –dirigida a un país del “norte” y otro del “sur”- y de características contrastadas en cada uno de esos destinos. Los desencuentros entre “ticos” (costarricenses) y “nicas” son bien conocidos y los nicas (no es peyorativo el término), trabajadores del campo y del peonaje de todos los sectores y “obreros de reserva” en Costa Rica, son mal vistos con frecuencia por sus vecinos. Una historia, por otra parte, que se repite entre muchos otros países vecinos receptores y emisores de migrantes. La emigración a EEUU es en mayor medida de origen urbano y más cualificada. Nicaragua es uno de los principales receptores de remesas de toda América Latina; las enviadas por los emigrantes superan al monto anual de las exportaciones.

Nicaragua pasa por tener uno de los índices de analfabetismo más bajos del continente y del mundo. Los datos sobre ello son dispares; en algunas publicaciones se lee que es del 22% y en otras figura un porcentaje aún inferior. No hay diferencias sustanciales entre hombres y mujeres en este aspecto, aunque sí entre la población rural y la urbana, está última con niveles de alfabetización muy altos. Un papel fundamental en el incremento de la alfabetización lo tuvo la famosa Cruzada Nacional de Alfabetización dirigida por Fernando Cardenal (hermano del poeta) en el año 1980, al inicio del primer gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional. La Cruzada movilizó a sesenta mil personas, entre nicaragüenses, cooperantes internacionales y maestros cubanos, y se dice que, en los cinco meses que duró la campaña, se redujo el analfabetismo del 52% al 12’9%. Parece existir una fuerte conciencia en Nicaragua de la importancia de la alfabetización en la lucha contra la pobreza. En 2006 se realizó una nueva campaña, con el lema “Yo sí puedo”, para bajar de nuevo la tasa de analfabetismo, que, al parecer, había ascendido en años anteriores a esta fecha, y elevar el nivel académico. La inversión en educación, sin embargo, es baja y algunas voces en el país reclaman elevarla al menos al seis o siete por cien del PIB. 

Los recursos naturales son sobre todo agrícolas. Nicaragua tiene un suelo fértil por los depósitos de material volcánico. En su tierra se cultiva café, algodón, caña de azúcar, banano, maíz... El campo nicaragüense es bonito, verde y cuidado, en consonancia con la belleza de los paisajes naturales. El 60% de las exportaciones del país son agrícolas. La ganadería también es pujante. En Nicaragua hay oro, plata, cobre y plomo y son famosos el ron “Flor de Caña”, los puros y la cerveza de marca nacional, que es muy buena. El turismo crece, aunque el volumen de turistas y los ingresos del sector no pueden compararse aún con los de la vecina Costa Rica..., afortunadamente.

La situación de desarrollo de Nicaragua viene condicionada por los reiterados desastres naturales, por la guerra aún reciente (de la década de los ochenta) y por la asfixiante deuda externa, que ha crecido desmesuradamente en los últimos treinta años.

Geomorfológicamente, el país es muy interesante. Paralela a la costa del Pacífico discurre la cordillera de los Maribios, una alineación de volcanes que se prolonga hacia el sur, donde emergen varios volcanes dentro de los dos lagos que ocupan una fosa tectónica de enormes proporciones que a su vez prolonga la cordillera volcánica: el lago de Managua, el menor y más septentrional, y el lago de Nicaragua (Cocibolca), el mayor. El centro del país está conformado por un escudo montañoso y el este, la fachada que da al mar Caribe, por tierras llanas, grandes ríos, marismas y lagunas, bahías y grandes playas. Los núcleos de población más importantes están al oeste, en la zona del Pacífico, los lagos, la codillera volcánica y el escudo montañoso. La zona oriental, la fachada caribeña, de fuerte influencia inglesa, está menos poblada.

Con un territorio semejante a Andalucía y Extremadura juntas, en superficie, Nicaragua resulta inabarcable, en parte por la deficitaria red viaria, en parte porque el interés y la belleza de cada rincón hacen difícil llegar a todas partes con el necesario sosiego. En los quince días que hemos estado viajando María y yo, hemos recorrido sólo un trocito del tercio occidental del país y, aún ahí, nos ha quedado mucho por pisar. Habrá que volver.

Nos ha tocado época de lluvias y, aunque parece que está siendo un “invierno bastante seco”, es impactante vivir cómo de un momento para otro las fuerzas de la naturaleza se conjuran para montar una gran tormenta o un potente aguacero, con viento, sombras y negruras por un lado y luces casi sobrenaturales por otro y auténticos jarros de agua que en pocos minutos te pueden calar hasta más allá de los huesos. A veces la lluvia dura minutos y otras se prolonga durante horas. Verlo es una belleza… si se está a resguardo.


En Managua, la capital, iniciamos y terminamos nuestro recorrido, simplemente porque allá está el aeropuerto internacional. Ha sido para nosotras ciudad de paso en la que sólo hemos parado para cambiar de medio de transporte y dormir una noche. Tiene más de un millón de habitantes y es, con diferencia, la más populosa de Nicaragua; quizá por eso, o en parte por eso, y porque es una ciudad bastante desordenada desde el punto de vista urbanístico, poca atractiva y caótica de transporte y organización, los “nicas” la consideran insegura. También los propios managüenses: revivo la escena de María y yo cargadas con el equipaje la noche de mi llegada, tratando de buscar el hotel que había concertado María; andábamos por calles poco transitadas y acabábamos de dejar el taxi, sin conseguir llegar a nuestro destino, y el taxista no se despegaba de nosotras y nos gritaba “¡no pasen de esa calle, que si las matan yo no quiero ser responsable!”. Finalmente, perdidas en esa “urbe insegura y peligrosa”, sin visos de encontrar lo que buscábamos y sin sombra de toparnos con un buen informante, tuvimos que “agarrar” un segundo taxi, que esa vez sí atinó con la dirección exacta. (Hay que aclarar que, como en otros países de Centro y Sudamérica, aquí las cosas no se “cogen”, sino que se “agarran”…)

Y es que, aparte de otras consideraciones, en estas ciudades resulta difícil orientarse para el que viene de fuera. Son ciudades con casas de una sola planta, excepcionalmente de dos, incluso en el centro, muy extendidas en superficie y sin puntos de referencia claros. Las direcciones no son un nombre de una calle y un número, como es habitual en nuestras ciudades, sino un lugar más o menos conocido y unas coordenadas; por ejemplo, del Gallo Loco una cuadra hacia el Este y dos cuadras hacia el Norte, junto a la casa de empeño... Complicado. Sin embargo, la gente se orienta perfectamente; creo que vienen de fábrica con una brújula en la tripa y saben dónde están el norte, el sur, el este y el oeste desde recién paridos.



En una primera impresión, llaman la atención en las ciudades las calles bacheadas, las casas descascarilladas y el parque móvil variopinto y antiguo: motos, carros de tracción animal, coches desvencijados como de hace treinta o cuarenta años, buses, camiones, camionetas... y bastante suciedad. Las estaciones de autobuses, un solar donde se concentran muchos o pocos, pero todos de distintas formas, tamaños y colores, decorados de formas diversas... merecen capítulo aparte. Mercados, grandes y laberínticos, con productos, sobre todo fruta, que resultan atractivos. En los mercados uno siente que podría estar en cualquier pueblo o ciudad de cualquier otro lugar “remoto”, tan parecido es el sistema de concentración y venta, estructura y trasiego... Olores, colores, sabores... 

Calor, mucho calor húmedo.


Y la naturaleza, increíble. Verde, muy verde, vegetación exuberante, cielos azules con nubes cambiantes, que son un cuadro de formas, luces y colores. Y volcanes por todas partes. 

Aquì van algunas fotos y el texto continùa, junto con más fotos, en las entradas siguientes. 

















1 comentario:

  1. La brujula está en la tripa, me suena a que esta me anuncia que tengo hambre y debo salir a comer. Entre Estelí y Managua, tenemos unas diferencias horribles para las direcciones, en Managua es arriba, abajo y al lado, nunca atino a una misma dirección dos veces, siempre me pierdo y le digo al taxista que voy a caminar, pues nunca se si me enreda a propósito.

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