sábado, 23 de abril de 2011

Últimos días en Oaxaca y mi paso por San José del Pacífico

Mis últimos días en Oaxaca fueron, como los primeros, muy agradables. Algunas cosas que hice fueron: visitar por fin el museo de Santo Domingo, que da un recorrido bastante completo por la historia de Oaxaca, desde la prehistoria hasta la actualidad; en esta visita aprendí que sólo en el estado de Oaxaca hay 16 grupos etnolingüísticos: maravilla de diversidad cultural; recorrer el increíble Centro de Artes de San Agustín, fundado hace unos cinco años por el Maestro Toledo, y disfrutar de la bonita gente a la que conocí esos días en la ciudad. Dejé Oaxaca contenta y agradecida a Alessandra, Yass, Lidia y todos los demás por haberme hecho sentir tan a gusto, y con la idea de regresar a pasar un tiempo más largo algo más adelante.

A San José del Pacífico llegué mareada por las curvas y la altitud, pero me recuperé al rato después de un sueñecito reparador. Pasé en este pueblo un par de días en los que me dediqué a pasear por el bosque y hacia el cerro, dibujar y escribir y charlar con algunas personas. San José es un pueblo mágico que desaparece cada tarde en medio de una niebla espesa y reaparece a la mañana siguiente, cuando el cielo se despeja y el sol aprieta por unas horas. Durante la temporada de lluvias (que empieza dentro de unas semanas) hay hongos alucinógenos en el pueblo y esto atrae a muchos pisconavegantes. Los días que yo estuve en el pueblo no éramos muchos los forasteros y el ambiente era bastante calmado. Alberto me platicó sobre los hongos: "el hongo te elige a ti y no al contrario". Por lo que decía, si caminas por el bosque y te fijas en un hongo que se agita de un lado a otro, te está invitando a comerlo. Si por el contrario se queda inmóvil y en su entorno ves culebras o alguna otra señal desagradable, mejor no lo comas, porque te está avisando de que te hará mal. Cuando le pregunto sobre los duendes, me dice que se comenta en el pueblo, como anécdota, que a su perro blanco, Güero, son los duendes traviesos quienes le hacen las rastas cuando se queda dormido. Creo que Güero es el primer perro con rastas que conozco.

Después de un par de días en San José del Pacífico, agarro un microbús con destino a Pochutla, para llegar a Puerto Escondido, Chacaua, Mazunte... Las circunstancias se complican y el recorrido hasta Pochutla acabará siendo toda una aventura... (continuará en la siguiente entrada...)

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