jueves, 5 de mayo de 2011

Comandante Sebastián: historia de un guerrillero

Hace unos días conocí a un hombre fascinante. Se llama de dos maneras: Otto y Sebastián. El nombre de Otto se lo dieron al nacer hace 47 años en el seno de una familia adinerada mitad alemana mitad guatemalteca; Sebastián fue el nombre que adoptó cuando, años después, fue nombrado comandante de la guerrilla que luchó contra el Ejército guatemalteco durante el conflicto intreno que sacudió al país entre el año 1960 y el 1996.

Aquí van algunas pinceladas de él y de su historia. Cuando le pregunté qué y cuánto de lo que me había contado podía yo compartir con otras personas, me dijo que todo. Considera que el hecho de que su historia sea pública, lejos de ponerle en riesgo, le protege. Ahí va un resumen:

Otto nace en Alemania hacia 1964. Su madre es una rica alemana y su padre, un militar guatemalteco nacido indígena q'eqchí pero poco fiel a su origen maya. De su linaje alemán hereda la talla -es un hombre muy alto, cosa que en Guatemala llama mucho la atención - y los ojos verdes. Del maya hereda el color de la piel y del pelo (que le valen un buen puñado de insultos racistas durante su primera infancia en una escuela alemana).
Por voluntad de su padre, Otto recibe formación militar desde los once años. Para este momento, la familia ya se ha trasladado a Guatemala. A esta formación inicial en la Escuela Militar le siguen muchos años de capacitación bélica de muy "alto nivel". Oirle hablar de sus años de entrenamiento en las Fuerzas Especiales pone los pelos de punta. 

La guerra en Guatemala ha comenzado años antes, en el 60, de manera que ya durante su juventud el joven soldado participa en diversas contiendas en su propio país. Un día, no sé en qué año, pero durante el mandato del dictador Efraín Ríos Mont (uno de los mayores genocidas de los últimos tiempos), recibe la orden de su superior de matar a unos niños indígenas. Eran los tiempos de la ley de "Tierra Arrasada", que consistía en la aniquilación, ordenada desde arriba, de la sociedad civil no combatiente sospechosa de simpatizar con la guerrilla. El resultado de esta política fue la desaparción de 440 aldeas, el desplazamiento de 1 millón de campesinos/as y el asesinato o desaparición de unas 40.000 personas, entre ellas niñas/os, embarazadas, etc, en su mayoría indígenas.

Otto se niega a cumplir la orden y recibe una paliza de su superior, que no lo mata porque "su formación militar le ha costado mucho dinero al Ejército de Guatemala". Cuando despierta del desmayo, horas o días después, comprueba que se encuentra en un centro psiquiátrico. En este centro pasa varios meses, pero es evidente que Otto no está loco y le envían de vuelta a una base militar, donde está previsto que se incorpore de nuevo al Ejército. 

Durante el trayecto en autobús, Otto, que ha comprobado que lo que su gobierno está llevando a cabo a través de Ejército al que pertenece es una matanza brutal, toma la decisión de cambiarse de bando y unirse a la guerrilla. Corre el año 83, creo. Huye hacia las montañas y los busca hasta dar con ellos.  Al principio, los guerrilleros le toman por un infiltrado y sólo le perdonan la vida para aprender de lo que él puede enseñarles. Finalmente, con el paso de los meses y tras verle combatir de su lado, las FARG (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Guatemala) lo integran como uno de los suyos y, no sé exactamente en qué momento, lo nombran comandante. Otto se transforma en Sebastián y tiene a su cargo a más de 800 guerrilleros y guerrilleras.

Durante los trece años que Sebastián combate en la guerrilla, sufre la muerte de muchas personas queridas. Entre ellas, María, su mujer, una joven campesina indígena que se unió a la guerrilla para vengar el asesinato a manos del Ejército de sus padres y hermanos, también campesinos. El Ejército mata a María y al bebé de 8 meses que crecía en su vientre. Era una niña y se hubiera llamado Margarita. Muchos otros compañeros/as pierden también la vida en la contienda. Sebastián todavía se emociona al recordar la muerte de su mejor amigo, Manuel, que cayó en el año 96, tres meses antes de la firma de los acuerdos de paz que sellaron el fin de la guerra.

La posibilidad de morir formaba parte del día a día. Por ello, Sebastián y sus compañeros más cercanos hicieron un pacto: "Si alguno de nosotros sobrevive, se hará cargo de los hijos e hijas de los compañeros muertos". También prometieron darles una educación: "Ponerles en las manos un libro y no un fusil", decían. El azar quiso que fuera él quién conservara la vida para sacar adelante a 11 niñas y niños a los que quiere con toda su alma.

Sebastián habla de su hijas/os con auténtica adoración. A día de hoy la mayor tiene 23 y la más joven, 17.  Todos están estudiando. Son hermanos de distintas razas -"los tengo de todos los colores: rojos, negros y amarillos", dice su padre- y tremendamente unidos. Estos 11 chicas y chicos son desde hace años el motor de su vida.

A día de hoy las desigualdades sociales siguen siendo una realidad en Guatemala y de los acuerdos de paz firmados en el 96 sólo algunos se han respetado. No falta quién habla de retomar la lucha armada pero Sebastián se juró hace años no volver a empuñar un arma. A su juicio, la lucha armada no consiguió cambiar las cosas. Hay que seguir luchando por la equidad y la justicia pero esta vez a través de la educación.

A Sebastián le van a procesar por "alta traición al Estado". La fiscalía pide ciento y pico años de cárcel para él. Están a la espera de juicio.

Ríos Montt, el dictador y genocida, así como sus colaboradores, gozan de total impunidad y forman parte la vida política de Guatemala.

La rabia y la tristeza pesan en el corazón del pueblo guatemalteco...








1 comentario:

  1. Tantas cosas pesan después de la guerra, lo más dificil es olvidar y tener paz con uno mismo. Seguramente Sebastian la encontró en sus 11 hijos e hijas.

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