domingo, 5 de junio de 2011

Cuatro esquinitas tiene mi cama…

… Cuatro angelitos que me la guardan. Y a veces, hasta cinco.

Se llaman Luis (Panela), Carlos (Nina), José (Checo) y Jorge (Neco). Audelia (Kika) se suma de vez en cuando. Tienen 12, 10, 7, 3 y 5 años respectivamente.  

Son los cinco hermanitos que me han acompañado estos días en Tulate, un pueblito de pescadores a orillas del Pacífico donde he pasado unos días muy especiales.

Llegué a Tulate el miércoles 25 al caer la tarde. Nunca había estado allí. Un conocido me prestaba una casa a pesar de que él no iba a estar en el pueblo. Mi salvoconducto era una nota dirigida a su vecino en Tulate, que tiene las llaves de la casa, diciéndole algo parecido a esto: "Don Fernando, por favor, ábrale la casa a mi amiga María, que se va a quedar unos días. Gracias y un abrazo".

No hubo problema en encontrar a don Fernando ni mostró desconfianza alguna cuando le tendí la nota. Lo dificil fue hacerse a la casa, que no tiene ni agua corriente ni electricidad ni letrina ni cama... ni nada aparte de los muros y el tejado, lleno de boquetes por algunas partes.

Cuando ví el panorama, tragué saliva, valoré y descarté la idea de buscarme un hotel esa misma noche (hubiera sido un jaleo) y le pregunté a don Fernando si desaconsejaba dormir en el suelo, pensando en alacranes, ratas o algun otro bicho. Por suerte este hombre tiene muchas hamacas de hilo que renta a turistas cuando llegan en temporada alta, y me rentó una. Tambien me vendió candelas y mandó a sus dos hijos mayores a acompañarme hasta la tienda para comprar un galón de agua. Doña Olga, su señora, me preparò algo de cena, y pocas horas después me mecìa en la hamaca hasta quedarme dormida.

En los días que siguieron fui haciéndome a la casa y a las condiciones. Don Fernando y doña Olga y, sobre todo, sus hijos, ayudaron mucho a que me sintiera a gusto y acompañada.

Con los niños se fue creando una relaciòn muy estrecha y de cuidado mutuo. Pasamos muchas horas juntos cada día. Me ayudaron por iniciativa propia a limpiar la casa, que estaba muy sucia, y su perímetro. También me echaron una buena mano achicando agua cuando la casa se me inundaba con los aguaceros, me enseñaron a cazar cangrejos y a rasparle con poma natural el óxido a mi navaja, me llevaron a la "Barra", donde estuvimos bañándonos. De vez en cuando me traían suculentos bocados que preparaba su madre. Yo tambièn compartía mis víveres con ellos, les conté cuentos inventados y les enseñé juegos alrededor del fuego que hacíamos a unos metros de mi casa por las noches.

Otra cosa bonita que hicimos juntos fue dibujar en las paredes de la casa, que estaban tristes y feas, para darle una sorpresa al dueño de la casa, amigo común de ellos y mío, al que todos apreciamos. Nos llevó unas cuantas horas repartidas en tres días pero quedó bonito.

Me fui de Tulate con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de ternura hacia esta gentecita tan hermosa a la que quisiera volver a ver dentro de un tiempo.

Adjunto algunas fotos tomadas con celular porque mi cámara de fotos sigue en huelga...





Sobre la mesa de cemento de enfrente de "mi casa". Al fondo está el mar, aunque no se vea...


En el interior de mi casa, a partir de las 19h se encendìan las velas




Así quedaron las paredes con los dibujos (un poco claros porque están hechos con ceras)








Los cinco hermanos


Los cuatro pequeños y yo. El mayor, Luis, está tomando la foto




Artistas creando











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